Guatemala comenzó a transitar hace 20 años por el camino de la paz, tras lograr que las partes en conflicto frenaran la guerra que enlutó a miles de hogares, debido a las muertes causadas por esa acción, que durante casi cuatro décadas afectó social, económica y políticamente al país.
Dicho lapso de la historia nacional abarcó diversas situaciones que, en unos casos agudizaron la crisis social y en otros crearon condiciones tendentes a propiciar un mejor marco para la convivencia en el país.
No se puede negar que después de la firma de los Acuerdos de Paz se comenzaron a implementar acciones establecidas en el convenio, como atender a los sectores más vulnerables, pero la gravedad de sus males se agudizó en años recientes debido a la politización de los programas sociales, los cuales no beneficiaron a quienes realmente lo necesitaban.
Ayer, el presidente Jimmy Morales se refirió a los temas en cuestión durante dos actos públicos. En la presentación del Programa de Transferencia Monetaria Condicionada para Alimentos, en el Palacio Nacional de la Cultura, el mandatario condenó el aprovechamiento de la imagen de los pobres en el pasado, con fines electorales, y pidió no lucrar más con el hambre y el dolor del pueblo.
Para evitar estas malas prácticas, Morales instó a los diputados, medios de comunicación, sociedad civil, y a otros actores, que fiscalicen los proyectos dirigidos a las familias del área rural para prevenir actos de corrupción.
El otro llamado lo efectuó durante la inauguración del VII Foro Regional Esquipulas, que rememora los 20 años de paz en Guatemala y 30 en Centroamérica, cuando mencionó la necesidad de “resignificar el nuevo liderazgo político, económico y social en el país”, como ruta para darle un verdadero significado a la paz y a la democracia.
Las alocuciones del Presidente son oportunas, pues no se le puede dar un nuevo sentido a la realidad si no se cambia la forma tradicional de gobernar y hacer democracia, ya que de no haber una transformación no se garantiza un mejor futuro para nuestros hijos.
El reto es, entonces, enderezar el rumbo del barco, si realmente queremos transformar y liberar al Estado de la corrupción, pues de esa lacra han surgido otros males que afectan a todos los estratos sociales. Si se unen esfuerzos y se trazan metas se podría alcanzar ese bienestar que tanto anhelamos los guatemaltecos y por el cual lucharon nuestros padres.
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