El tráfico es tedioso y desesperante. Cual laberinto, los pilotos se las ingenian para salir de la encrucijada, a veces irrespetando las señales viales. En los buses se apilan personas. Multitud de gente parada en semáforos esperando avanzar, mientras que algunos ingieren alimentos para abastecerse de energías.
Se desata un vaivén de situaciones: los que madrugaron para llegar a tiempo, los que viajan contra reloj. Todos batallan para alcanzar su destino.
La ciudad es despertada por el bullicio de un nuevo día.
Hay quienes se adelantan, se anticipan al alba, a los primeros rayos del astro rey. Convierten el frío de la alborada en calor. Las gotas de sudor se les escurren en el rostro y se pierden en las camisetas o se estrellan contra el suelo. Esa partícula salada equivale a sacrificio, un elemento que construye sueños y fortifica los cimientos.
Madrugan para sortear la cotidianeidad y llegar a un punto de reunión: el Estadio Mateo Flores. Este recinto ha sido testigo de historias dolorosas en el ámbito deportivo, como la del 16 de octubre de 1996, cuando fallecieron 83 personas, o la del 12 de octubre de 2005, cuando la Selección Nacional quedó a un paso de ir a la repesca por un boleto al Mundial de Alemania 2006, pese a triunfar en aquella ocasión frente a Costa Rica.
Son no menos de 22 personas las que circunvalan en el interior del que en antaño fue llamado Estadio Olímpico de la Revolución; trotan, corren y marchan. Un individuo lanza golpes al aire durante su recorrido, como boxeando. Otros se oxigenan en los alrededores, mientras que a lo lejos el subcampeón de marcha en 20 kilómetros de las justas de Londres 2012, Érick Barrondo, impone su ritmo, escoltado por sus compañeros de equipo.
El movimiento cauteloso marca el estilo. El panorama alienta y el horizonte incentiva. Allí van con paso apresurado José Raymundo, Mario Bran y Maritza Poncio, quienes aguardan por debutar en unos Juegos Olímpicos, mientras que Daniel Quiyuch, Mayra Herrera y Mirna Ortiz, con intervenciones previas, pugnan por superar sus propios resultados.
Para ellos participar en la contienda de los 5 aros ya no causa emoción, o al menos eso dice Barrondo, quien subraya que la única forma de detenerlo es descalificándolo. Los descréditos en la Copa Mundial Taiang 2014 y del Mundial Pekín 2015, ambos en China, además de Veracruz 2014, respaldan sus expresiones.
Pareciera que el paso es colectivo, que se dirigen a encarar el monstruo del nerviosismo, del pánico escénico; sin embargo, surcan individualmente el camino hacia el éxito, ese que en 2012 hizo delirar a propios y extraños, y que ubicó a Guatemala en el mapa deportivo del ámbito mundial.
El punto final no es una escuela, universidad, oficina o sitio para laborar. El destino es Río de Janeiro. Allá donde en agosto se reunirán los mejores atletas del planeta con la ambición de consagrarse.
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