Además de una cosecha alta, Colombia se prepara con una protección de precios.
Estamos solo a tres meses de que termine la cosecha 15/16 y, de acuerdo con uno de los reportes de comercializadores internacionales, se estima que aún quedan en nuestro país alrededor de 450 mil sacos de café por exportar.
Nunca es problema vender café, a menos que no se encuentre un punto de coincidencia entre lo que espera recibir quien vende y lo que espera pagar quien compra. Y es esta, precisamente, la razón de que ese café aún no tenga destino definido.
Desde principio de este año cafetero, en octubre del año pasado, se percibió en el mercado local una distorsión de precios marcada por diversos factores: 1) niveles bajos del contrato “C” de Nueva York, que normalmente empujan hacia la apertura de los diferenciales de compra en origen; 2) especulación por parte de agentes e intermediarios en la cadena de comercio interno; y 3) inusual compra de nuestro café desde México.
En Estados Unidos, que es el destino por excelencia para los cafés latinoamericanos, la venta al detalle ha entrado desde hace unos años en una guerra de precios, situación que dificulta aún más la posibilidad de negociar mejores precios para el café de Guatemala. Se rumora que algunos de los grandes jugadores de la cancha cafetera incluso han cambiado sus fórmulas para utilizar cada vez menos cafés guatemaltecos, los cuales han optado por usar, principalmente, producto colombiano y hondureño.
La pregunta ahora es ¿qué le espera a nuestro sector en la próxima cosecha? Aunque podría parecer un poco temprano para hablar de esto, comparto con ustedes algunas de mis percepciones.
El precio debe acercarse al de Colombia, si nuestro país quiere volver a figurar entre la lista de proveedores de quienes mueven el negocio. Los grandes tostadores están poco dispuestos a pagar una diferencia mayor a US $10 (Q.76.38) entre nuestros cafés y los de nuestros amigos del Sur, el cual para ellos puede funcionar como parte de sus fórmulas. Siempre preferirán el nuestro, pero ante una guerra de precios, los costos siempre son costos.
Colombia viene con una cosecha de entre 13 y 14 millones de sacos, afinando además, un mecanismo de protección de precio mínimo para los productores y con una moneda que se devalúa beneficiando a los exportadores. Poco que hacer frente a esto, pero sí es posible pensar en estrategias de país que nos permitan competir de forma distinta.
Honduras continúa creciendo en producción y marcando huella entre los compradores, quienes perciben que la calidad que ofrecen va paulatinamente mejorando. El panorama no se ve fácil, pero es retador darnos cuenta de que, si conocemos el terreno sobre el que estamos parados, es más fácil despertar nuestra creatividad para hacer cosas distintas.
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