Tener dinero no es delito ni mucho menos pecado, si se obtiene por el trabajo honrado.
Hace dos semanas las fuerzas de seguridad desarticularon a un grupo cuyos miembros son acusados de lavar dinero obtenido a través de fraude por medio de envíos del extranjero, y luego de enviar droga por el sistema de encomienda. No vamos a hablar de este procedimiento con adjetivos para no caer en la apología del delito, sino más bien de cómo los seres humanos estamos al borde del peligro de la contaminación. El ilícito está de moda, como agua encharcada salpica y mancha, la Biblia nos habla del ladrón que viene a robar, matar y destruir, a poner por delante caminos anchurosos y atractivos a los ojos que se abren para ver en esplendor la ambición, la infidelidad, la avaricia, la envidia, no hay conformidad con lo que se tiene.
Un enemigo común para el hombre, que conocemos como Satanás, se disfrazó de serpiente y engañó a la pareja de la Creación, ahora puede disfrazarse como insatisfacción que crea la aparente necesidad y pretende desconocer las buenas costumbres y la ley. Y como el humanismo dice que el dinero es la felicidad, los que quieren ser muy felices inmediatamente roban, extorsionan, comercializan droga, hacen negocios donde los únicos beneficiados son ellos mismos y matan en las distintas formas de quitar la vida. Tener dinero no es delito ni mucho menos pecado, si se obtiene por el trabajo honrado y aplicando la mayordomía celestial y la sabiduría en la administración de lo que se gana con el sudor de la frente; lo que trae consecuencias es el amor al dinero, provoca graves problemas y por eso muchos están en la cárcel, frente a un tribunal de justicia, en el cementerio, convirtiendo su casa en una bartolina y prófugos de la justicia. Se olvidaron o no comprendieron que la felicidad es interior cuando se está en la paz de Dios: en el cumplimiento de sus mandamientos.
¡Válganos! Imaginación para hacer el mal, Proverbios dice: el hombre que se apresura a enriquecerse no será sin culpa o el que lleva a los justos por el mal camino, caerá en su propia trampa. No caigamos en la tentación de hacer el mal, que Dios nos libre. Hay que educar a los hijos con principios y valores para que no caigan en la tentación de hacer lo malo que parezca bueno, enseñarles el bien para no verlos como objetivo de escándalo, de delito y una vida sin propósito, y enseñarles que “más vale pobre pero honrado, que rico pero perverso”.
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