lunes , 25 noviembre 2024

Durante mi larga vida magisterial he tenido la grata experiencia de compartir el conocimiento con niños de 5 años hasta adultos de 85.

Estimado lector, quizá no le motive leer esta historia, y le comprendo. Más me tomaré la libertad de contar mi propia anécdota por el Día del Maestro. Mi historia de educador se remonta a mi primer año de escuela. Recuerdo que el primer día de clases mi mamá me dijo: ¿qué aprendiste hoy?, la letra a, le dije. Vamos a ver si es cierto, me respondió, y me hizo dibujarle la letra. ¿Estás seguro?, me dijo. Sí, le respondí.

Así pasaron varios días y ella seguía preguntándome mis lecciones. Un día la encontré dibujando en un cuaderno la letra e, y me percaté que la estaba haciendo al revés. Mama, le dije, es así, mire; y tomándole la mano la llevé a hacer el trazo correcto. Hasta ese momento, yo no sabía que mi madre no sabía leer ni escribir. Muchos años después ella recordaría que aquel día le dije: le voy a enseñar a escribir bien las letras para que me tome bien las lecciones, no se preocupe, mama.

Madre e hijo aprendimos a leer y escribir en nuestro libro Victoria que nos regalaron. Esta tendencia de enseñar se convertiría en un hábito en mí. En la escuela primaria ayudaba a mis compañeros con sus tareas de matemáticas e idioma español. En mi viejo Instituto Normal para Varones de Oriente formaba grupos de estudio; los sábados nos congregábamos en el colegio para estudiar. Me encantaba explicar. Elegí ser maestro, sin ninguna vacilación. Así han pasado los años, 43, desde que me gradué.

Comencé a trabajar en el sector de educación pública casi de inmediato. Pocos años después, fundé un colegio que tuvo una larga duración de 33 años. Me gradué en la Universidad de San Carlos en 1981. Durante mi larga vida magisterial he tenido la grata experiencia de compartir el conocimiento con niños de 5 años hasta adultos de 85. He laborado en todos los niveles, desde el preprimario (en el colegio tenía preparatoria) hasta el nivel de doctorado. Absolutamente todos los niveles. Siempre he puesto mis pies en las aulas con el mismo entusiasmo. Nervioso siempre, como si fuese mi primer día de clases.

Después de 43 años, puedo decir, que se cuentan por miles mis alumnos. Jamás tuve una falta de respeto por parte de ellos, a pesar de que, aquí entre nos, no he sido precisamente una fuente inagotable de cariño. Aunque tampoco he sido gruñón, sin razón alguna. ¿Anécdotas? Tengo muchísimas.

Mis nietos me preguntan por qué cada vez que alguien me saluda, lo hace de diferente manera. Algunos me dicen profe, otros aún me llaman director, Lic., doctor. La razón es que me han conocido en épocas diferentes.

Quizás la magia de ser maestro no es lo que enseñas, sino cómo te recuerdan tus estudiantes. Yo tengo la bendición de recibir siempre el calor de una sonrisa de las personas que alguna vez estuvieron frente a mí, en alguna escuela, en algún colegio, en alguna universidad.

Estimado lector, permítame que hoy me salude a mí mismo, por aproximarse el Día del Maestro. Un poco de vanidad no hace daño a nadie. A todos mis colegas les deseo un día maravilloso.


Deja un comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados

DEPORTESSin categoría

El Real Madrid luce buena cara pese a las lesiones

El Real Madrid se sobrepuso a las limitaciones que le generan los...

Sin categoría

Indígenas tienen más alta letalidad en cáncer de mama

Vicepresidenta participa en presentación de informe realizado por Flacso

Sin categoría

La recta final en la lucha por la Casa Blanca

Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos constituyen un complicado proceso, cuyo...

Sin categoría

Empleados del Gobierno, en huelga

Trabajadores se movilizan en Argentina para impedir que los grupos empresariales usurpen...