En la Ciudad de los Altos acudimos a un encuentro de arqueólogos mexicanos y guatemaltecos que se reúnen cada dos años para hacer una serie de exposiciones sobre la vinculación de la arqueología con la conservación y difusión de la tradición oral de los pueblos americanos.
De por si inmensamente ricos en tradiciones gracias al pasado milenario de pueblos que tejieron su cosmovisión y la reprodujeron a través de la difusión oral de la misma, los pueblos americanos, tan diversos y tan lejanos, sumaron a esa larga tradición la influencia judeocristiana, islámica y africana que vino a América en el siglo XV y XVI, construyendo un universo de ideas, sentimientos, cultura e identidad que ha llegado con vida a este tiempo.
La arqueología pues, entendida como la investigación y reconstrucción de las culturas pasadas con base en los restos materiales que ellas produjeron, tiene un reto sumamente interesante al involucrarse en rescatar la tradición oral de los pueblos. Algo que puede parecer contradictorio en la medida que este tipo de referente cultural, aparentemente no deja rastros materiales.
Sin embargo, un árbol, una piedra, un montículo, un cerro, un muro, vestigios todos de tipo arqueológico, se ven involucrados en la conservación de estas formas de explicarse el más allá o de dar respuestas a ciertas interrogantes culturales de algunos pueblos. De ahí que en este congreso se discurre entre el mito, la leyenda y la evidencia que los seres humanos creen que es prueba de la existencia real de aquellos.
Y justamente haber escogido Quetzaltenango, la ciudad de la Estrella, la que está bajo los diez, la antigua Culajá, la que según la tradición oral se fundó en 1524 y que Francisco Marroquín colocó la primera piedra de su antigua iglesia parroquial; la cuna de leyendas que aún caminan bajo “los Chocoyos” o por la cuesta de San Nicolás; la misma que ve salir de su cementerio a don Manuel Estrada o a la Vaniushka (la gitana que murió de amor); es un signo de ese esfuerzo de la arqueología por acercarse al estudio, el análisis y la búsqueda de la razón de esas explicaciones metafísicas, a veces envueltas en la nebulosa del tiempo, que el pueblo simplemente llama tradición y que enriquecen e impiden que la globalización rampante homogenice nuestros tejidos sociales.
La arqueología pues, un reto sumamente interesante al involucrarse en rescatar la tradición oral de los pueblos.
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