Prevenir la violencia contra las mujeres, imperativo para Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En 2008 el Secretario General de Naciones Unidas lanzó la Campaña: Únete para poner fin a la violencia contra las mujeres; respondiendo al consenso internacional. En 2014 proclamó el 25 de cada mes Día Naranja; enfatiza su importancia por ser la violencia una violación de derechos humanos inaceptable, inexcusable e intolerable y la principal limitante de acceso al desarrollo.
Las mujeres rurales en Guatemala suman 63 por ciento de la población pobre, (81 por ciento en pobreza extrema). Aunque las actividades de traspatio contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional familiar y representen hasta 60 por ciento de ahorro, no necesariamente significan desarrollo; porque implican tiempo excesivo de trabajo no remunerado de las mujeres, un tercio de las horas de trabajo diario y limitan su participación sostenible en actividades productivas remuneradas.
El desarrollo sostenible para las mujeres implica reducir la desigualdad en aspectos como: acceso a la alfabetización, recursos productivos, necesidades básicas de salud y servicios que mejoran sus oportunidades. También aquellos estratégicos: ruptura de estereotipos sobre sus capacidades productivas, técnicas y de gestión en espacios de toma de decisión o emprendimientos.
La violencia contra las mujeres es aprendida; se presenta en sociedades donde el valor dado a las mujeres es menor que el otorgado a los hombres, fomentando trato indigno y desigualdad. Se manifiesta en baja inversión del gasto público para su desarrollo y prevención de la violencia, o en el alto porcentaje de unidades especializadas y políticas institucionales para la igualdad de género sin recursos asignados.
Estatalmente se debe considerar: sensibilización comunitaria basada en la magnitud del problema y en las expresiones de violencia que limitan su participación; criterios de equidad para incorporarlas en organizaciones y espacios de decisión; desarrollar conocimientos y capacidades en función de sus derechos y áreas técnicas; perfeccionamiento continuo al personal técnico vinculado a promover liderazgo y empoderamiento de las mujeres.
En todo esto, el Programa Mundial de Alimentos trabaja con dedicación para formar mujeres empoderadas en comunidades que las reconocen como parte clave para su desarrollo, que son parte del cambio de nuestra sociedad guatemalteca.
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