No se puede seguir apostando al mismo modelo económico que hasta ahora ha prevalecido.
Con este enfoque central, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) se reúne en México a partir de hoy y durante el resto de la semana, para deliberar acerca de los horizontes que la región puede vislumbrar hacia el año 2030.
El documento que será la base de las deliberaciones, inicia afirmando que el mundo debe cambiar su insostenible estilo de desarrollo, pues “la pérdida de dinamismo y la inestabilidad del sistema económico, las desigualdades y tensiones causadas por la concentración de la riqueza y de los ingresos entre los países y dentro de ellos, y el riesgo de una grave crisis ambiental son factores cada vez más visibles y presentes…”.
En ese sentido, tanto la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aprobados el año pasado por las Naciones Unidas, son propuestos como la base sobre la cual debe diseñarse la estrategia de desarrollo para los próximos años, pues ambos documentos expresan un consenso acerca de las responsabilidades que tienen todos los países en lo ambiental, lo económico y social.
En momentos en que se constata que el incremento de la riqueza financiera no corresponde a los volúmenes de producción y de comercio de nuestros países, mientras que la desigualdad está en su nivel más elevado en más de tres décadas, los tomadores de las decisiones deben tener conciencia de que no se puede seguir apostando al mismo modelo económico que hasta ahora ha prevalecido.
Por eso se busca un nuevo estilo de desarrollo y una nueva agenda de políticas, que tendría como ejes principales la igualdad y la sostenibilidad, y se basaría en el enfoque de derechos, la igualdad sustantiva, el cierre de brechas entre los países y, dentro de ellos, la promoción del empleo con productividad y calidad, la incorporación de la perspectiva de género, la progresividad, la participación ciudadana y transparencia.
Pero sobre todo, la responsabilidad diferenciada entre países pues, por ejemplo, en la crisis ambiental, no todos tienen el mismo grado de responsabilidad en la contaminación o en la depredación de los recursos naturales.
Para Guatemala esta agenda se concretaría en promover “inversión inteligente”, incentivando a las empresas privadas a enfocarse en actividades productivas y generadoras de empleo de calidad, y a hacerlo en aquellas áreas en las que la gente emigra precisamente por la ausencia de políticas económicas y sociales que propicien su pleno desarrollo.
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