Los padres se han involucrado en el juego cibernético, descuidando tareas vitales en la formación de sus hijos.
Luego de regresar del colegio, el niño de 9 años se disponía a realizar sus tareas. Al iniciar su trabajo de matemáticas le surgió una duda, la cual quiso resolver de inmediato preguntando a su mamá. Espérame un momentito, le dijo la joven mujer, mientras chateaba en su celular. Ese momentito se convirtió en dos horas, tiempo durante el cual el colegial suspendió toda actividad escolar y también se dedicó a manipular los juegos digitales en el teléfono de su hermano mayor.
Esta escena es una experiencia que se repite actualmente en cualquier hogar, sin importar nivel educativo o clase social. En Guatemala existen aproximadamente 21 millones de teléfonos celulares, lo que hace un promedio, en forma simplista, de 2 aparatos por persona joven o adulta.
En la segunda mitad del siglo XX, se señaló a la televisión de ser la causante de un estado de dispersión familiar, ya que los niños le dedicaban en promedio, 4 horas diarias a mirar sus programas favoritos. Fue tanto el estado de alarma que algunos críticos la llamaron “la niñera”, ya que era una forma de entretener a la prole. En los primeros años del presente siglo, son los dispositivos digitales los que están ocupando aquel lugar que ocupara la televisión, pero con un componente más: los padres se han involucrado en el juego cibernético, descuidando tareas vitales en la formación de sus hijos.
¿Qué hay de en malo jugar de vez en cuando con el celular? Aparentemente nada, si se toma con responsabilidad y se utiliza estrictamente el tiempo de ocio para ello. Tiempo de ocio es una categoría sociológica que determina aquel espacio libre que no se usa para el trabajo, para el descanso, la alimentación y otras actividades vitales. En la vida tan corrida de hoy, el tiempo de ocio se reduce a un promedio de dos horas diarias. El problema radica en que realizar actividades tales como responder mensajes electrónicos, chatear, ver videos y meterse a las redes sociales, se convierte en un hábito que le resta al ser humano la posibilidad de realizar las actividades cotidianas con relativa normalidad. Simplemente el tiempo que debiéramos ocupar en nuestras profesiones o de otra índole, lo malgastamos en tareas sin importancia.
En el caso de los hijos, este tiempo que se dedica al uso de las redes sociales y otras actividades virtuales repercute en la desatención de sus necesidades básicas y su tarea de formación extraescolar, tal es el caso de revisión y supervisión de tareas, acompañamiento en sesiones de lectura o simplemente conversación familiar que posibilita el sano entretenimiento y fomenta la comunicación entre sus miembros.
Actualmente se ha acuñado una nueva categoría sociológica para denominar a aquellos niños cuyos padres pasan más tiempo en las redes sociales, escuchando videos o simplemente chateando que ocupándose de sus hijos. Esta categoría es “huérfanos digitales”. En otras palabras, los padres existen, pero los separa el Internet.
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