Y qué de la madre que lleva a su hijo a tuto, con la carga de leña para cocinar, viendo su futuro de pobreza, que desnuda su osamenta.
Esta es la celebración de la madre de los poemas, de las expresiones más tiernas de los niños que llevan un regalito, un abrazo, un beso y un “te quiero mamá”, de ese ser sublime del que se aprovecha el comercio para tener otro nivel de ventas en distinto día del año, pero habrá siempre alguien que pasará de largo porque tiene que luchar por la sustentabilidad de sus hijos, enjugará sus lágrimas de dolor y tristeza por el hijo muerto, encarcelado, enfermo o perdido en los vericuetos de las drogas, el vicio y el crimen.
Y qué de la madre que lleva a su hijo a tuto, con la carga de leña para cocinar, viendo su futuro de pobreza, su salud que se escapa en la piel reseca que desnuda su osamenta, en el campo, en el área rural no hay Día de la Madre, no hay regalito ni tiernos brazos que la rodeen en el cuello. Ah Día de la Madre en la mujer que llora a su ser querido soterrado en el relleno sanitario, la que llora por no tener y así llevar alimento a los suyos, porque no hay trabajo, porque se pasó largas horas lavando y planchando ajeno. Ellas también merecen que se les recuerde en este día con el mismo amor, como aquella que dice la Biblia que gustosa trabaja con sus manos, es como barco mercante que trae de muy lejos su alimento para dar de comer a su familia. “Decidida se ciñe la cintura y se apresta para el trabajo” y aquí ya no nos referimos solamente a esa madre olvidada que está en el campo, en la ciudad en los barrios pobres, sino también a la emprendedora, a la que trabaja junto al esposo para llevar prosperidad a su hogar, la que rompió prejuicios y está en eminencia, es junto con las demás, generadora de fomento social y económico. La que enseña valores y las primeras letras, las que enseña cómo comportarse a su hijo; “la anciana que enseña a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos”.
Hoy es también el día de esa madre que ha roto paradigmas y se enfrenta a la realidad de una sociedad a la que hay que moldear con principios éticos y morales, la cortesía. La madre es un regalo de Dios, quien la tiene y puede que la celebre, con un detalle, un beso, un abrazo y un “te necesito” y “te quiero mamita”, porque después las lágrimas y las flores en la tumba serán solo un pretexto de remordimiento.
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