Brie francés, feta griego, manchego español o parmiggiano italiano, los productores europeos exigen el respeto de sus denominaciones de origen en la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) entre Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE), tema de fuerte debate en las recientes negociaciones.
La denominación de origen para un productor es como una joya de familia, y la idea de que ese tesoro del terruño se transforme en nombre genérico los exaspera.
Pero la noción europea de indicación geográfica protegida no tiene un reconocimiento internacional armonizado.
“En Estados Unidos, brie o feta son nombres genéricos. Precisamente, eso es. Los productos no quieren que cambie”, explicó Paul Zindy, encargado de misión del CNAOL, el Consejo francés de denominaciones de origen de los lácteos.
Derivado de lo anterior, el Consortium for Common Food Names, denunció incluso los ataques de la UE contra los nombres genéricos.
Posición firme
Según Paul Zindy, la Comisión Europea tiene ahora una posición bastante firme al respecto, y adjuntó al protocolo de negociación del acuerdo una lista de 200 productos asociados a una tierra: aceites, embutidos, quesos, vinos y dulces.
Veintiséis productos españoles figuran en ella, desde el azafrán de La Mancha hasta el turrón de Alicante, pasando por los jamones de Huelva y Teruel, aceites de diversas regiones y quesos.
Pero esta entidad ha adoptado esa idea recientemente, indicó el secretario de Estado francés de Comercio Exterior, Mathias Fekl, ardiente defensor de la diplomacia de los terruños.
“Si las negociaciones desembocaran en una puesta en competencia de 2 modelos agrícolas y alimentarios diferentes, el nuestro no resistiría”, advirtió, recordando que la superficie agrícola de Francia, primera agricultura de Europa, equivale al 8 por ciento de los 375 millones de hectáreas agrícolas estadounidenses.
Precedente
En esa disputa, los productores europeos están molestos por un precedente de Estados Unidos: un acuerdo de 2005 autorizaba a los viñateros de ese país a utilizar 17 nombres semigenéricos asociados a una localización; por ejemplo, champagne californiano. Ese acuerdo concernía asimismo el burgundy (borgoña), chianti, sherry (jerez) y oporto.
“El acuerdo preveía a plazo el abandono de esos semigenéricos a cambio de la utilización de menciones tradicionales, como Chateau o Clos, pero lamentablemente esa segunda etapa nunca fue aplicada”, manifestó Pascal Bobillier-Monnot, director de la Confederación de Productores de Vinos y Licores de denominación de origen controlada.
Acaparamiento
El resultado es claro: 53 por ciento del volumen de blancos efervescentes de EE. UU. provienen de ese mismo destino. De ellos, 75 por ciento son vendidos como champagne a US $10 (Q77.4), cuando la verdadera bebida cuesta US $30 (Q232), la cual representa el 10 por ciento del mercado.
Batalla comercial
Expertos explican que detrás del aparente folclore de las denominaciones de origen, incomprendido en Estados Unidos, tiene lugar una verdadera batalla comercial.
“La denominación geográfica es ante todo un elemento de autentificación de los productos. Y detrás de los artículos, que representan empleos y divisas, hay también un concepto de organización social y medioambiental de los territorios, por definición indelocalizable”, afirmó Jean-Luc Darrien, director del INAO, el instituto francés que administra las denominaciones de origen.
En 2014, para Francia, los bienes vendidos bajo esa modalidad representaron €22 millardos (Q192.4 millardos).
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