Entonces, no entiendo, general, por qué tanto silencio en su derredor.
General, usted recibió una formación en la que se le preparó con “un fuerte espíritu militar, amor a la patria, con un elevado sentido del honor” Se le capacitó para “ejercer un liderazgo positivo sobre la base de valores ciudadanos para contribuir, tal y como indica la Constitución Política, ‘hacia la plena vigencia de los derechos humanos dentro de un orden institucional estable, permanente y popular, donde gobernados y gobernantes procedan con absoluto apego al derecho’”.
General, usted, como oficial del Ejército, se asume que tiene las capacidades para cumplir “profesionalmente con la misión constitucional encomendada”. General, ¿cuántas veces juró defender la Constitución? ¿Entendió la magnitud de su juramento todas esas veces? General, ¿cuántas personas, cuántas vidas han estado bajo su mando en sus tantos años al frente de los cargos que ostentó? General, ¿qué significó en su conciencia haber sido el ejemplo del militar a emular?
General, ¿entiende usted la dimensión de sus decisiones? Ahora, a ojos vistas y en esta primera parte, determinaciones totalmente desacertadas, pues usted se ha hecho acreedor mezquinamente, por decirlo en forma elegante, a los más espurios bienes y riquezas por abuso de confianza y de poder. General, ¿comprende la dimensión de sus ilegalidades y tropelías? General, ¿puede usted responder con solvencia, con documentos en mano, que apelar a la indulgencia es procedente de conformidad con su conciencia? General, ¿cómo hemos de entender los civiles su grado de convicción, si su actuar desdice que posea un elevado sentido del honor? General, ¿en dónde se quedó atrincherado y obnubilado el ejercicio del liderazgo positivo en el cual usted aparentemente se formó? General, ¿en dónde están sus respuestas, general?
Usted, general, heredero del decálogo kaibil, ¿qué ha hecho para honrarlo, qué merecimientos hemos de admitir, para reconocerlo? General, ante la confusión y el desorden que imperó en su mando, ¿en dónde su formación de kaibil lo plantó para dominar la situación con seguridad y astucia, con fuerza y vigor, si al parecer el desorden usted lo causó? General, ¿por qué no hay otros herederos “del espíritu militar, del amor a la patria y poseedores del elevado sentido del honor” que hayan solicitado la pérdida de sus galones, la honra a sus condecoraciones y degradarle como la población, de hecho, lo hizo ya?
Sí, general, hemos de esperar hasta que el debido proceso concluya y que entonces el juez lo sentencie, apegado a las evidencias. Pero no hay que olvidar que por menos, por mucho menos, a otros de la casta militar los degradaron, pues a su institución mancillaron. Entonces, no entiendo, general, por qué tanto silencio en su derredor. No entiendo cómo a otros en las mazmorras del oprobio y el castigo castrense llegaron a domiciliar, y usted aún en cárcel de oro permanece, con las dádivas de un cargo que no ha honrado, o que deshonró, ante la población, que impávida no puede demandar su pronta degradación. General, ¿qué me irá usted a decir o argumentar a estas interrogantes?
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