Trazado de vidas paralelas de dos ingenios que alcanzaron las más altas cimas del teatro y la literatura.
Un juego algo libre con las fechas ha permitido hermanar en la muerte a Cervantes con Shakespeare (fallecido según el calendario gregoriano el 3 de mayo de 1616, y no el 23 de abril; Cervantes murió el 22), pero tal circunstancia no deja de ser una trivial ingeniosidad en el trazado de las posibles “vidas paralelas” de dos ingenios que alcanzaron las más altas cimas del teatro y la literatura.
Shakespeare alcanzó la fama por sus piezas teatrales (como Lope en España), pero Cervantes solo consiguió triunfar con el Quijote. Las dos grandes ilusiones del español (la poesía y el teatro) solo le acarrearon frustraciones y desprecios. Los teatros no quisieron las comedias de Cervantes.
En Inglaterra Shakespeare brilla con la misma luz teatral que en España alumbraba Lope.
¿Habría aplaudido Cervantes las inverosímiles tramas de El rey Lear, la necedad de Otelo, las mágicas invenciones de Sueño de una noche de verano o La tempestad, los enredos de Los dos hidalgos de Verona o la Comedia de las equivocaciones? ¿Se habría divertido con las conversaciones de Falstaff y Sancho Panza? Creo que sí.
Tengo para mí que a Cervantes le gustaba el teatro de Lope, pero un sentimiento de rivalidad le impulsaba a atacar al monstruo de naturaleza que le cerraba los escenarios nacionales. Con Shakespeare no hubiera existido esa rivalidad y podría reconocer la admirable grandeza de un teatro que repudiaba de palabra. Es muy probable que el “clasicismo teatral” de Cervantes fuera más un convencimiento intelectual que su verdadera inclinación. El mismo que exigía que las comedias fueran imagen de la verdad, y que criticaba los disparates de las comedias de santos (Quijote, I, 48) ofrece estupendos demonios (uno en forma de oso, otro de galán…), almas sacadas del purgatorio, esqueletos andantes, sátiros y salvajes, llamas del subsuelo y nubes volantes, con bocas de sierpes en El rufián dichoso y La casa de los celos.
La última obra de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda es una novela fantástica, de aventuras asombrosas en territorios tan maravillosos como el maravilloso mundo de Shakespeare.
Si Cervantes no conoció el teatro del inglés, este sí supo del luminoso y melancólico Quijote, que le proporcionó la idea para Cardenio, representada en el invierno de 1612-1613, y mencionada en el repertorio del librero Humpfrey Moseley como The History of Cardenio, atribuida a Flechter y Shakespeare.
Como le sucedió a Shakespeare, también se perdieron algunas creaciones cervantinas. Quedaron, sin embargo, las suficientes de uno y otro como para justificar -así lo juzgó otro genio de la literatura, Teodoro Dostoyevski- la historia entera de la humanidad.
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