La aprobación del juicio político reflejó que el verdadero motivo del juicio quedó en el olvido, todas las justificaciones fueron válidas menos la corrupción.
Los escándalos de corrupción en América Latina no son una
moda, es el efecto de una bomba que carcomió las democracias de la región, y tanto a Dilma Rousseff como a nuestro exbinomio presidencial, ahora en prisión, les tocó una mecha corta, cuya explosión los quemó a ellos, y alcanzó a quienes estaban a su alrededor.
En ningún momento se exime de responsabilidades, o se justifica sus posibles acciones, pero se nos olvida que hay toda una mecha que hizo esa bomba estallar y solo nos conformamos en saber a quién le explotó, y no quiénes participaron en su fabricación. El nepotismo en la cámara de diputados en Brasil fue evidente, desde el 2002 su composición incluye fundamentalistas religiosos, y otros déspotas de izquierda y derecha que han tenido familiares trabajando en el gobierno, además de tener supuestas redes clientelares en el Estado.
En el momento de la votación, cada parlamentario argumentó que votaba en nombre de su hija, madre, por su abuela, por un militar condenado, por Dios, pero ni uno mencionó la corrupción. Que por cierto, el caso Petrobras los salpica supuestamente. Este show, es una triste realidad compartida en países donde muchos casos de corrupción aún provocan risa a los mismos funcionarios, quienes se han servido del mismo Estado para continuar esas maniobras políticas perversas con fines corruptos, pensando que la justicia nunca les llegará.
No obstante, la historia nos ha favorecido, en Guatemala lo que pensábamos imposible ahora sucede gracias a muchos factores que conciliaron en un momento oportuno o talvez único, y ahora en Brasil, que a pesar que el comportamiento de los parlamentarios deja mucho que desear, el juicio político promovido a la Presidente es una esperanza de justicia para los brasileños, además de una esperanza de estabilización democrática de la región en mandatos presidenciales cuestionados por su falta de transparencia.
Más allá de Dilma, el tema es que la corrupción ha tenido un reinado poco cuestionable en América Latina, y ahora está siendo contrarrestada por una ciudadanía informada y crítica, proveniente de países post conflicto quienes han sido testigos de las graves consecuencias de la corrupción y de generaciones que fueron calladas por gobiernos autoritarios. Los ciudadanos han visto y vivido que la corrupción les ha costado caro, que le ha costado el desarrollo a su país, y bien, un ciudadano molesto por la malversación de las finanzas públicas.
A propósito de cumplirse un año de la primera manifestación pacífica en Guatemala, la sociedad brasileña retoma ese esfuerzo y también fueron escuchados en las calles. Por ahora, Dilma Rousseff corre el riesgo de ser separada del cargo por 180 días para que la investigación siga su curso, mientras que el vicepresidente Michel Temer tomará las riendas del gobierno.
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