Hay una demonización de figuras que son culpables mientras no se demuestre lo contrario.
Hoy, 19 de abril, se cumplen 324 años del inicio de los juicios por brujería en Salem (en el actual estado de Massachusetts).
Ese episodio ocurrió en 1692 en Estados Unidos, dentro de luchas internas de las familias de colonizadores y en el clima del fanatismo puritano. Veinticinco personas fueron condenadas a muerte, acusadas de brujería, en su mayoría mujeres, y se encarceló a un número mayor. El total de acusados y condenados por brujería en esos procesos se calcula entre 150 y 200, sin tomar en cuenta los casos de encarcelamiento.
En el pasado, cuando la gente sufría agresiones cuyo origen no podía explicar, atribuía sus males a los brujos, vestigios de los ancestrales adivinos o doctores. Al igual que hace siglos, ahora se castiga por hechos que no son comprobados y el “tribunal de la opinión popular” dictamina sin respetar el derecho de defensa, y no se presume la inocencia sino la culpabilidad.
En la Guatemala reciente, la prensa “independiente” ha desatado una “cacería de brujas” porque ya no recibe el patrocinio de la propaganda de Gobierno, que ha beneficiado a varias corporaciones y consorcios de noticias, que han crecido a la sombra de los recursos públicos. Esa misma prensa ha puesto en evidencia a los “brujos” que recurrieron a artes ocultas para “desaparecer” parte del importante erario público.
Falta averiguar cómo esas entidades se enriquecieron ilícitamente, qué métodos tortuosos llegaron a emplear para adquirir bienes y exigir el severo castigo al cual se harían merecedores. Actuemos con serenidad y equidad, las cuales tampoco demostramos para investigar a los grandes privatizadores, quienes subastaron patrimonios nacionales con completa impunidad.
Arthur Miller escribió Las brujas de Salem para encarar la caza de brujas, con la caza de comunistas impulsada por Joseph McCarthy, en los años 50, del siglo pasado. En ese entonces proliferaron las delaciones, las denuncias, los procesos irregulares y las listas negras de personas sospechosas de atentar contra el orden establecido.
En esta segunda década del siglo XXI, encontramos un equivalente en Guatemala, en donde se presentan supuestas figuras nefastas como las brujas, como los corruptos sin sus corruptores y los militares que fueron instrumentos de Estados Unidos para enfrentar el fantasma del “comunismo”.
Asistimos a la total impunidad de insultos, denuncias, injurias, señalamientos, y descalificaciones, inmersos en una histeria mediática. Mientras, una audiencia sorprendida oscila entre creer o no, sin poder distinguir la verdad y los ajustes de cuentas.
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