La presidenta Dilma Rousseff expresó la esperanza de que los Juegos Olímpicos sirvan para apaciguar las tensiones en Brasil, aunque su llamado tiene pocas posibilidades de influir en el rápido avance del proceso de destitución (juicio político) que amenaza su mandato.
La mandataria, integrante del izquierdista Partido de los Trabajadores, se ha esforzado en mantener su agenda de trabajo, en un clima político enardecido, aunque debió modificar sus compromisos internacionales.
El Comité Olímpico griego informó que la gobernante había cancelado su participación en la ceremonia de encendido de la antorcha olímpica a fin de mes en Atenas, un acto de fuerte simbolismo de cara a la actividad deportiva que se realizará en Río de Janeiro del 5 al 21 de agosto. En marzo había anulado un viaje a Washington.
Declaración
“Dentro de 25 días, la antorcha olímpica llegará a Brasil, va a pasar por 329 ciudades (…), y en todos los rincones del país se la portará con orgullo”, dijo la jefa de Estado.
La gobernante, ayudada por su predecesor Luiz Inacio Lula da Silva, trata de ganar apoyo para desactivar el juicio de destitución que la oposición impulsa en el Congreso por supuesta manipulación de las cuentas públicas en 2014, año en que fue reelecta, y a comienzos de 2015.
Según publicó la encuestadora Datafolha, el 60 por ciento de diputados están dispuestos a apoyar la destitución; es decir, 308. Se necesitan 342, aunque hay un 18 por ciento (92) que aún no definieron su posición.
“El día de la votación será una sesión tensa, con emociones fuertes. Ese será el escenario. Lo que ocurra será determinado finalmente por la voluntad de la mayoría”, dijo Leonardo Piciani, líder de la bancada del PMDB y opositor al juicio de destitución, pese a que simpatiza con Temer.
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