En los primeros años de los ochenta se cambió la política de seguridad nacional por la estabilidad nacional.
Estamos acostumbrados a criticar a las personas en lo individual por hechos cometidos en la vida pública, sin tomar en cuenta que alrededor de ellos existe siempre una red de personas que tejen y manejan los oscuros tinglados del poder. Acaso el funcionario público sea la cabeza visible de los hechos que se juzgan, pero no es el único responsable. De ahí que en mi columna anterior sugiriera que debemos asumir responsabilidades como generación (y no solo la del cincuenta sino todas las generaciones que hemos tenido participación en la vida pública y las cosas del estado). Tanto peca el que hace como el que deja hacer.
En la historia del país han existido épocas muy tormentosas y de mucha trascendencia para los años futuros. Una de estas épocas es la década de los ochenta. Algunos sociólogos la han llamado la “década perdida”. En el contexto internacional esta estuvo marcada por la agudización de las tensiones entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética. Se planteaba la posibilidad de una guerra nuclear. Para alivio de la Humanidad comenzó el acercamiento entre ambas potencias, la segunda bajo la autoridad de Gorbachov.
Estos hechos a nivel mundial incidieron en el ámbito nacional. En los primeros años de los ochenta se cambió la política de seguridad nacional por la estabilidad nacional, programa surgido en el seno del ejército para facilitar el control del conflicto armado interno cuya lucha estaba ganando en el terreno militar pero estaba perdiendo en lo político. Los Estados Unidos congelaron la ayuda militar a Guatemala, que hoy aún aun persiste.
En el plano económico, impactan en Guatemala las medidas tomadas por Ronald Reagan, las que se conocen como Reaganomics y sientan las bases para el enseñoramiento de la economía neoliberal. Los órganos de préstamo internacional hicieron eco de dichas medidas y propusieron sus famosas medidas de reajuste estructural. El fondo de estas era condicionar a los países a realizar ajustes drásticos en su estructura administrativa y económica bajo la condición que, de no hacerlo, les cerrarían las ventanas de préstamo.
De rodillas ante esta imposición, Guatemala realizó drásticas medidas de ajuste que impactaron inmediatamente en la canasta básica y demás servicios esenciales de la población. Se produjo un estancamiento económico cuyo impacto aún se siente en pleno siglo XXI. Los programas sociales se vinieron a pique. El conflicto armado interno alcanzaba la cresta máxima de su desarrollo. En la primera mitad de la década hubo miles de muertos, desaparecidos y exiliados.
En la segunda mitad de los ochenta el país inició su proceso de vuelta a la democracia, eligiendo a un equipo de gobierno cuyos ciudadanos habían nacido entre los años 30 y 40. Lleno de tensiones y contradicciones internas, el nuevo gobierno civil iniciaba los primeros encuentros de reconciliación nacional cuyo objetivo, a casi veinte años de haberse firmado la paz, aún no se consolida totalmente.
Deja un comentario