sábado , 23 noviembre 2024
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Humildad, obediencia y amor

La semana pasada nos recordó la Vía Dolorosa de Jesucristo. Ahora es bueno hacer una reflexión sobre el dolor para abrir el camino de esperanza.

Jesús hablando en oración con el Padre en la que hay comunicación de angustia por el acontecimiento que viene sobre su vida, le pide que no le haga beber ese trago amargo, pero hace la salvedad que no le está pidiendo nada fuera de su voluntad, sino que se cumpla lo que está escrito para promesa de la humanidad.

Este momento dramático en la Biblia refleja la obediencia del Hijo a un mandato, pero más allá está el amor que se retrata en su totalidad por ocupar el lugar de alguien que ha delinquido, que incumple los mandamientos.

La semana pasada nos recordó la Vía Dolorosa de Jesucristo, ahora es bueno hacer una reflexión sobre la intensidad del dolor para caminar como cordero al matadero, enmudecido para abrir el camino de esperanza hacia la salvación del mundo que se debate entre la suciedad del crimen, de la violencia, de la extorsión, del narcotráfico, del delito más peligroso que es la cuna de las demás iniquidades: la envidia, la mentira, la difamación, la calumnia, el egoísmo, la envidia, la ambición.

 La crucifixión de Jesucristo es un hecho que impacta desde hace varias centurias a la humanidad y desde el punto de vista de la aplicación en la vida actual, es un suceso sin precedentes de la injusticia, de la incredulidad y la desproporción de las fuerzas para satisfacer vanidades.

Porque siendo Dios se hizo hombre y fue tentado en todo, pero sin pecado. Estableció el camino, la verdad y la vida, fue el buen pastor que dio la vida por sus ovejas, y sin embargo, el mundo sigue a la deriva porque sin tener plena conciencia del sacrificio en la cruz, del derramamiento de sangre del justo por el injusto sigue inmerso en el lodo cenagoso del pecado que se viste de coima, de negocios, de escándalos, de trata de personas, de secuestro, de corrupción, se mantiene en la carrera por enriquecerse ilícitamente.

Aún no hay plena conciencia del sacrificio de Jesús, de la resurrección al tercer día, para representar la vida eterna del hombre que pasa de muerte a vida si hay arrepentimiento genuino de pecados. Por eso el mundo se entrega al desenfreno de los placeres, al odio. Hoy se pide por el Derecho Humano del injusto para evitar la pena de muerte, pero sigue sembrando desde la cárcel el terror, el miedo y el crimen. El amor de Jesucristo es obediencia, sacrificio y humildad.

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