Enorme aporte para el desarrollo de la humanidad, pero también generador de despropósitos.
La jornada 28 de la predecible liga española trajo el sábado la enésima goleada propinada por Real Madrid, esta vez a Celta de
Vigo, duelo en el que Cristiano Ronaldo marcó 4 de los 7 tantos merengues.
Mientras el astro lusitano demolía la defensa rival, en uno de los palcos del estadio Santiago Bernabéu estaba su hijo, de 5 años, y cualquiera pensaría que el niño miraba entusiasmado los desbordes de CR7.
Sin embargo, el único de los 80 mil asistentes en el recinto del Paseo de la Castellana que se mostró ajeno a lo que se suscitaba en la cancha, fue el primogénito del mediático delantero.
Y es que para el muchachito resultó más entretenido concentrarse en su teléfono celular, seguramente inmerso en un videojuego o en alguna de la variedad de aplicaciones del “móvil”.
El pequeño Cristiano ejemplifica entonces una de las paradojas de la era moderna: “estar presente y al mismo tiempo estar ausente”, lo cual se replica en diversos sitios donde se reúne la gente.
Así, es usual ver a una familia, una pareja o un grupo de amigos sentados en torno de una mesa, aunque cada uno “comunicándose” con su aparatito, sin reparar en lo que pasa a su alrededor.
Dramático, molesto e irresponsable es cuando un agente de seguridad, en lugar de cuidar el espacio que “vigila”, se dedica a devorar el saldo; igual cuando empleados de entidades públicas o privadas, lejos de atender al usuario, se preocupan por consumir minutos entre pláticas y “chats” inoportunos.
No cabe duda de que el teléfono celular es una de las herramientas más valiosas porque gracias a ella la sociedad acorta las distancias y, cuando la utiliza de manera productiva, propicia desarrollo.
Con esa visión, primero el científico soviético Leonid Ivanovich Kupriyanovich, y después su homólogo estadounidense Martin Cooper trabajaron en su perfeccionamiento, esfuerzo en el que el europeo se quedó corto, pero el segundo se llevó los honores cuando en 1973 concretó el ansiado ¡aló!
Irónicamente, hoy sirve para fracturar las relaciones familiares, causar descuidos en el ámbito laboral e incluso accidentes de tránsito. Esto porque más allá de su uso principal y al constituirse en una computadora de bolsillo, si bien abre una gama de opciones, lo común es motivar la disfunción narcotizante que en sus estudios de comunicación acuñó el sociólogo austriaco Paul Lazarsfeld.
Otro punto contradictorio es que en un mundo de quejas, a diferencia de otros servicios, nadie protesta ni critica las tarifas, tal vez porque como cantan los Tigres del Norte en su éxito de 1992: “…si estoy solo no debes llamar, mejor llama si estoy en el coche, si estoy en la junta o en el restaurant. Háblame cuando haya mucha gente pa`que todos volteen a mirar; en el carro parezco influyente cuando me hablan a mi celular; Yo lo traigo de noche y de día porque me da personalidad”.
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