Se fue, pero afortunadamente hay Umberto Eco para rato.
Lamentablemente llegué tarde a los libros y no he leído todo de Umberto Eco, ni mucho menos, pero todo lo que he repasado de él ha instalado en mi formación principios fundamentales, por eso siento que le debo mucho y que la intelectualidad del mundo se ha quedado más huérfana con su partida.
Como muchos, lo primero que pude leer de él fue El nombre de la rosa, cuyo título, años después en una relectura más completa, me enteré de que debería ser En el nombre de la rosa. Mis dos visitas a la obra contribuyeron al respeto por el conocimiento y por lo no conocido, pero sin actitudes reverentes. Eso representan para mí Guillermo y Adso, a quienes siempre interpreté como un retrato hablado del mismo Eco.
Después cayó en mis manos Cómo se hace una tesis, técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura, cuando comenzaba la universidad y un buen profesor me lo recetó para uno de los primeros cursos de métodos y técnicas para investigar.
Me impresionó que alguien relativamente joven hubiera producido una obra tan abarcadora, que entre sus recomendaciones para escribir un libro incluía aprender otro idioma, de preferencia el de los mejores autores del tema de nuestro interés. Elevó mis expectativas sobre el conocimiento y el estudio “superior” y supe desde ahí que debía escribir un documento útil para aprender y no solo por cumplir un requisito, aunque en los cursos preparatorios para redactar la tesis, ya al final de la carrera, los catedráticos nos sugirieron guiarnos con el folleto ¿Cómo hacer una tesis en 30 días?
En el trayecto del estudio tuve entre mis manos Apocalípticos e integrados, y me sorprendió todavía más, que lo que interpreto como un tratado sobre la dialéctica de la comunicación y la cultura, hubiera sido compilado y editado por Eco con apenas 32 años.
Ahora intento terminar Baudolino, libro en el cual el erudito se despliega y a mi gusto, enseña que conocer quizá sea más fácil con humor y juego. Por lo demás, he leído reseñas, entrevistas y artículos de y sobre el querido italiano, que desde mi punto de vista llevó la “cultura popular” a otro nivel y retó a sus millones de lectores y seguidores a evolucionar.
Su última muestra de coherencia fue cambiarse de editorial e instar a que otros escritores de su país lo hicieran, porque la que les publicaba fue adquirida en su mayoría por personajes político-empresariales cuestionados. Hay en su vida, como en su obra, mucho que aprender. Se fue, pero afortunadamente hay Umberto Eco para rato.
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