La prevención del delito en las aulas (II)

Los programas de habilidades sociales, donde se construyan relaciones de respeto entre pares, deberían ser obligatorios en los centros educativos.

La I Encuesta Nacional sobre Violencia y Clima Escolar, como vimos la semana pasada, muestra que dentro de las aulas existen víctimas y victimarios, especialmente del acoso escolar. Asimismo, se identificó a los departamentos con más incidencia en este tipo de hechos y aquellos que presentan menos recurrencia; en resumen se expuso lo más negativo de la encuesta.

Sin embargo, ese instrumento también contiene algunas recomendaciones que, poniéndolas en práctica, podrían revertir la situación de violencia que se sufre en los centros educativos. Con ese propósito, es necesario indicar que el clima escolar está compuesto por cinco dimensiones y sobre ellas se enmarcan las recomendaciones.

En la dimensión de seguridad se enmarca en que cualquier acción de prevención comienza en los primeros años de vida académica, incluyendo en el proceso tanto a estudiantes como a docentes. De forma paralela, es necesario que los centros educativos cuenten con programas de habilidades sociales, cuyo fin primordial sea construir relaciones de respeto entre pares. La difusión de las normas con la comunidad escolar también es parte de esta dimensión.

Sobre enseñanza y aprendizaje, el estudio establece que la condición del clima escolar influye en la prevalencia de la violencia en el aula. En ese sentido, los docentes deben trabajar en las distintas áreas que conlleven a sostener un clima escolar favorable.

Las relaciones interpersonales, componen la tercera dimensión del clima escolar y las mismas deben ser construidas desde la base de respeto y tolerancia hacia la diversidad de raza, edad, género, religión, etcétera. En esa línea, los establecimientos deberían contar con procedimientos que permitan promover y atender este tipo de valores.

El liderazgo, la quinta dimensión del clima escolar, es un factor que encierra la capacidad de gestión de las autoridades del centro educativo y la participación de los padres de familia en la construcción de programas de atención integral a la violencia, donde se brinde atención y apoyo a la víctima, pero también al agresor.

En conclusión, las dimensiones de prevención de violencia escolar no deben enfocarse solo en el actuar de los estudiantes, sino incluir a los diferentes actores como los docentes, los directores, los padres de familia y a instituciones instruidas en la prevención de la violencia.