”No puede haber lugar para el odio, la violencia y el miedo“ afirma Sigmar Gabriel, vicecanciller y presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania.
Los ataques terroristas en París el 13 de noviembre de 2015, conmocionaron al mundo y a la región europea, en particular a Alemania, que ha mostrado su solidaridad con Francia en diversos actos conmemorativos, debido a que al momento de la agresión, se realizaba un partido de futbol amistoso entre ambas naciones.
Después de esto, se registraron olas masivas de migrantes a las fronteras de Alemania, donde se recibían aproximadamente a 100 mil diarios, principalmente refugiados sirios, de África y árabes. Pero la seguridad y estabilidad nacional de Europa, se ha visto afectada desde y antes de los ataques en París. El atentado de un avión civil ruso sobre la Península de Sinaí y los ataques de Ankara y Beirut, son enormes desafíos de la comunidad internacional.
Desde la Declaración de la Cumbre de Astana de 2010, se menciona el interés de la comunidad europea en los temas de seguridad, democracia y derechos humanos. En 1995 se rebautiza el nombre y los objetivos de interés para el trabajo que definirá la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) antes llamada Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE).
Los conflictos interestatales, el terrorismo, y la crisis de refugiados, han alcanzado grandes dimensiones que pondrán a prueba a la OSCE. Las cosas no pintan muy bien en relación a la seguridad paneuropea, debido a que una de sus mayores debilidades internas fue no haber intervenido de manera estratégica en la anexión rusa de Crimea, y en el conflicto en el este de Ucrania. Aunque en este último, únicamente la OSCE reaccionó y creó la Misión Especial de Monitoreo (SMM), que desempeña un papel importante para la solución a la crisis en Ucrania.
La gestión de conflictos y las crisis es uno de los pilares fuertes de trabajo de la OSCE, y aunque, normalmente se utilice como un foro de diálogo, también ha sido un punto de influencia diplomática para lograr fortalecer las relaciones con otros Estados, por ejemplo los “frozen conflicts” en Cáucaso Sur y en Los Balcanes occidentales.
Se promete a mediano plazo que la OSCE mejore su “ciclo del conflicto” priorizando alertas tempranas y prevención, hasta la gestión de crisis y el acompañamiento posconflicto. Para este año la OSCE atenderá la dimensión humana, entendido como la observación, para el cumplimiento de los derechos humanos y las libertades más fundamentales.
En general los temas relacionados contra la discriminación, la protección de la libertad de pensamiento, y derechos de las minorías. No cabe duda, que uno de los desafíos será el combate al terrorismo y el manejo de los flujos migratorios, reto para el trabajo de la OSCE ante una delicada relación con Rusia.
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