La gente que organiza su vida por el dinero, estatus, o poder, es indeseable.
Los antiguos tenían una palabra precisa para nombrar a la persona consumida por el vicio de la avaricia, el afán de tener más y más, el tener más de lo que uno se merece o le corresponde: Pleonexia. Los medievales lo consideraron un pecado capital junto a la soberbia, la gula, la ira, la lujuria, la pereza, y la envidia. De alguna manera, todos los pecados capitales -excepto la avaricia- pasaron a considerarse un trastorno mental en la modernidad. ¿Qué pasó con la avaricia? ¿Podríamos considerarla un trastorno mental? Yo sostengo que sí. Examinemos primero en qué consiste la pleonexia/avaricia.
Para antiguos y modernos, una persona es virtuosa en lo que hace porque logra maximizar bienes internos a la actividad que desempeña. El futbolista, el músico, o el político virtuoso es bueno porque juega bien al futbol, hace buena música, o buena política, no por el hecho contingente que genere otros bienes que son externos al futbol, la música, y la política (dinero, fama, estatus, poder, etc.). En contraste, la persona pleonéxica es aquella que se motiva en la vida por bienes externos a la actividad que se desempeña (dinero, estatus, poder). El pleonéxico puede creer que le interesan otros bienes sociales. Podría, por ejemplo, creer que su motivación es generar empleo o riqueza para aumentar el bienestar social; pero es más bien un autoengaño.
Lo que está medianamente claro es que un trastorno es mental en el sentido de que no puede reducirse a una enfermedad física. Algunos hablan de discapacidad, otros de disfunción evolutiva, otros de irracionalidad, otros de distorsión del sentido/significado, y todavía otros de desviación frente a modos de vida deseables (tal vez culturalmente impuestos). Sea como fuere, me parece que la pleonexia es “todas las anteriores”. Poner siempre la necesidad propia por encima del resto puede verse como una discapacidad, como algo que va en contra de nuestra historia de colaboración como especie, en contra de nuestra naturaleza o como algo que se escapa a lo socialmente deseable.
Tal vez esta última categoría sea la más controversial de todas y sea quizá también la razón por la cual la pleonexia aún no entra en los manuales de psicopatología. Es decir, a lo mejor la pleonexia no es socialmente deplorable. Talvez hemos caído en la ilusión de que es, como muchos han sostenido, una virtud. Quiero creer que es una ilusión, un autoengaño de nuestra parte. Mi apuesta es que sí hay masa crítica para decir que la gente que organiza su vida en función de cuánto dinero, estatus, o poder es algo indeseable. Y es todo lo que necesitamos para meter a mucha gente al hospital a tiempo, y prevenir así desastres sociales.
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