El clima de estudio en la ECC está cambiando y quizá sea una constante en el resto de facultades y escuelas que conforman la Usac.
Hace algunos días me invitaron a impartir una lección de inicio de ciclo en la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), Universidad de San Carlos (Usac). Fue una hermosa oportunidad para recordar intensos momentos que viví hace más de quince años, cuando ejercía el cargo de director de esa dependencia.
El auditorio estaba abarrotado de estudiantes y profesores que asistieron a escuchar la charla. Me llamó poderosamente la atención el alto nivel de atención del público asistente. Podría afirmar que en el ambiente no se escuchaba siquiera el zumbido de una avispa. Silencio total. También me percaté de la nueva dinámica de los estudiantes, quienes anotaban los argumentos del tema y tomaban fotografías. Horas después me daría cuenta que habían sido subidas a las redes sociales con comentarios muy significativos sobre la conferencia.
Recordé aquellos años en nuestra querida Escuela, donde continuamente escuchaba quejas de los profesores sobre el comportamiento de los estudiantes en clase. Se quejaban del ruido, del intercambio de avioncitos, de los gritos de algunos, del cuchicheo de otros. A decir verdad, como docente no recuerdo que me haya sucedido algo similar. Siempre tuve el agradable respeto y atención de los alumnos. Sin embargo, esta vez percibí interés y atención. Esto me hace pensar que el clima en la ECC está cambiando y quizá sea una constante en el resto de facultades y escuelas que conforman la Usac. Si esto es así en todas las unidades académicas los estudiantes están asumiendo una actitud proclive hacia el estudio y desarrollando un amor por la ciencia.
Un pelo en la sopa. Por razones académicas, he tenido la oportunidad de asistir a reuniones en el edificio de Bienestar Estudiantil. Me he llevado una muy desagradable sorpresa de ver aquel hermoso edificio hoy convertido en un mercado. Alrededor de este se han situado vendedores de diversos productos, desde libros hasta ropa interior, baratijas, comida, y artículos que no tienen nada que ver con la academia. Algunas personas rumoran que incluso es un lugar de distribución de droga. ¡Qué calamidad que se haya cambiado la naturaleza académica por un mercadito! Esto no solo contradice el espíritu de la Usac sino es el reflejo del poco interés que sus autoridades han demostrado en garantizar el ornato como una de las responsabilidades de conservar el medio ambiente y el entorno saludable de aprendizaje.
Es verdad que las personas tienen derecho de buscar la fuente de ingresos, pero cada cosa en su lugar. El campus universitario no es un lugar para establecer mercados. Bien haría el honorable Consejo Superior Universitario o las autoridades administrativas de menor rango, en realizar un esfuerzo por sanear estos edificios, hoy por hoy contaminados, visual, auditiva y sanitariamente por las ventas callejeras.
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