El grupo indígena tolupán, de Honduras, había vivido de manera aislada, sin trascender socialmente más allá de su comunidad. Sin embargo, en los recientes meses ha comenzado a descubrir el mundo, gracias a la tecnología, facilitada por las autoridades de esa nación.
Navegar en Internet para estudiar, socializar con otras culturas de su país o hacer negocios, son actividades cotidianas de ese pueblo, el cual, en su mayoría, se localiza en los departamentos de Yoro y Francisco Morazán, según un reportaje de
La Prensa.
Amílcar Martínez, secretario del consejo directivo de una agrupación tolupán, por ejemplo, investiga de manera virtual los acontecimientos en otros países. Tiene 22 años de edad, pero aparenta muchos más, debido a las condiciones de pobreza en las cuales ha vivido. “Siento que por fin estoy descubriendo el mundo”, refiere, mientras revisa información en su teléfono celular.
En noviembre de 2014, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) instaló dos antenas parabólicas y una veintena de computadoras con conexión a Internet satelital en el centro de educación básica Rubén Martínez, con la intención de impulsar el desarrollo de esa población enclavada entre los abetos que tupen la comunidad de Montaña de la Flor.
Desde entonces, Martínez navega virtualmente, revisa una cuenta que abrió en Twitter y otra en Instagram, y luego lee las noticias en los diarios nacionales y extranjeros, incluidas las de la cadena CNN.
Baja desde su casa, un habitáculo de paredes de bahareque de unos cinco metros cuadrados que está sobre una colina, y se aproxima hasta el radio de cobertura de la señal abierta de Internet originada en el centro de educación básica. “Quienes tenemos celular siempre nos conectamos. Veo los canales de televisión y videos”, expresa el directivo comunitario.
“La tecnología nos puede ayudar a salir de la pobreza y nos podemos dar cuenta de lo que pasa en otros países”, refiere.
Cipriano Martínez, el cacique que gobernó a los tolupán, no logró tener un teléfono y nunca se conectó en las redes sociales. A mediados de 2015 murió a los 115 años, a causa de una neumonía, una enfermedad recurrente en la Montaña de la Flor; ahora ese cargo es desempeñado por Anastasio Martínez.
Posibilidades de comercio
Norma Galdamez, quien radica en la misma colina donde vive Amílcar, se dedica, al igual que un ejambre de mujeres, a tejer pequeñas canastas de suyate y carrizo (dos materias primas nativas), las cuales, después de una eterna espera, ofrecen a los escasos visitantes que, en una semana, se cuentan con los dedos de las manos.
“Es raro que venga gente. Cuando eso ocurre les vendemos estos recipientes que pueden servir para poner tortillas o guardar aritos y collares”, dice la artesana, mientras ofrece los artículos a precios que van desde los 5 lempiras (Q1.68) hasta los 30 lempiras (Q10.20), según el tamaño.
Norma está pensando seguir el ejemplo de sus compañeras, quienes perdieron el temor y abrieron una cuenta en Facebook, en la cual promocionan sus artesanías.
“Creo que ese problema (falta de clientes) se podría acabar si el consejo directivo de la tribu ayuda a organizarnos en cooperativa y tener acceso a la tecnología, para vender en bloque nuestros productos. A mis vecinas les va bien; ya tienen mercado en la capital”, puntualiza.
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