Cerca de 800 mil refugiados recibió Alemania en 2015. El debate de los gobiernos europeos está en cómo reaccionar al fuerte flujo migratorio.
El alcalde de Passau, Alemania, muestra síntomas de agotamiento, ante la incesante tarea abrumadora de alojar aproximadamente a 10 mil refugiados diarios en los gimnasios que han sido transformados en albergues; su rostro en las noticias refleja un “lo lograremos”.
Incluso, el antiguo aeropuerto Berlín-Tempelhof, es refugio para miles de personas. Aunque, la diferencia, es que los refugiados que llegan a esa nación, son los convencidos por medio de fotos y noticias de que en ese país vivirán en un mundo mejor. Anteriormente, en Repúblicas en guerra, lo habitual era migrar a países vecinos, pero el fenómeno ha tomado un giro; de esa cuenta, se interpreta como destino de bienestar y paz a Alemania, por lo cual las familias sirias acomodadas prefieren migrar para no volver nunca más a su país.
La canciller Ángela Merkel llamó al desafío migratorio como “el mayor desde la reunificación”. El trabajo de los alcaldes germanos, voluntarios, las iglesias y organismos no gubernamentales, ha sido sorprendente, pues laboran incansablemente en una red logística para ubicar a los refugiados, y evitar hacimiento en sus ciudades. El dinero aún alcanza, debido a que se erogó 4 mil 100 millones de euros complementarios a las alcaldías para solventar esta crisis.
Los políticos están de acuerdo en que, quien ya está en esa nación, debe ser rápidamente incorporado al mercado laboral y a la sociedad, para prevenir violencia y delincuencia. Los economistas ven este plan con buenos ojos, debido a que representaría el regreso de la inversión realizada en los refugiados, por medio de impuestos.
El sector privado, por su parte, se ha comprometido a crear 20 mil plazas de trabajo con capacitación profesional, y el sistema de educación a abrir más de mil plazas para maestros. Todos estos compromisos podrían verse afectados por las redes de tráfico de personas; “coyotes” que cobran más de 4 mil euros para guiar a la frontera a los refugiados de clase media y alta que pueden costear el servicio.
El flujo migratorio hizo que los países balcánicos cerraran sus fronteras y restringieran sus políticas humanitarias; allí no existe asilo y los refugiados son expulsados de sus territorios, incluso con violencia. La política de redistribución de cuotas de refugiados a otros países de Europa se ve amenazada por la dureza política de las naciones balcánicas, postura que es compartida inclusive por los Países Bajos, dificultando el proyecto de distribución solidaria de responsabilidades.
Alemania, ante esta postura, ha buscado un gran aliado, Turquía, quien recibirá a los refugiados a cambio de millones de euros en ayuda. Sin embargo, los que han ganado terreno en esta crisis son los grupos políticos radicales, quienes han logrado que Merkel pierda apoyo, pero no para generar mayorías. Alemania es un país que ha demostrado solidaridad internacional, por una diseñada y estricta política humanitaria.
Deja un comentario