Debemos involucrarnos en promover desde nuestros hogares las medidas de prevención.
El virus “zika” identificado en 1947 en Uganda, en los bosques del mismo nombre, se convierte en una amenaza más para América Latina, pues se propaga sin respetar fronteras, clases sociales y sin que nadie pueda detenerlo.
En ese contexto, hasta el momento los científicos no han descubierto algo que prevenga su contagio. Derivado de ello, el Comité de Emergencia de la Organización Mundial de la Salud, alertó de una emergencia sanitaria internacional para los casos de microcefalia y de desórdenes neurológicos aparecidos en recién nacidos en Brasil. Vale mencionar que los países más aquejados son Brasil y Colombia; el primero registra más de un millón 500 mil personas afectadas desde abril de 2015 y el segundo, con 20 mil casos, de los cuales hay 2 mil mujeres embarazadas.
Además, esa entidad, ha declarado que ya son 24 naciones de América, las que se encuentran bajo el acecho de ese virus que transmite el mosquito Aedes aegypti, transmisor también del dengue y chikunguña, cuya expansión sigue creciendo.
De esa cuenta, en Guatemala, han sido confirmados 37 de 105 casos siendo los departamentos con mayor incidencia Suchitepéquez con 10 y Zacapa con 9. Ahora bien, ¿estaremos preparados para hacerle frente a esa nueva pandemia que ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias de Latinoamérica y del mundo? Toda vez que en nuestro país, el sistema de salud permanece desde hace años olvidado y esclavizado por una profunda crisis originada por funcionarios desalmados que comerciaron con la salud de las y los guatemaltecos, dejándolos sin los servicios básicos.
Dicha situación ha ocasionado la inestabilidad de los nosocomios por brindar atención a las personas que acuden en busca de cura y tratamiento (o al menos alivio) para sus diversas enfermedades, ya que el problema radica en el atraso de los sueldos para el personal médico y operativo, pero fundamentalmente, a la falta de insumos, medicamentos y atención de calidad para tratar a los pacientes.
Entonces, ¿qué podemos esperar de los servicios de un sistema de salud colapsado? con escasez de medicina en la mayoría de centros de atención médica, con hospitales que constantemente dejan de atender al público, cerrando las emergencias resultado de la insolvencia económica que impide la compra de medicamentos y el pago a los galenos que trabajan sin remuneración.
Indudablemente, son factores que obstaculizan un apropiado combate a la pandemia mencionada con anterioridad y que hoy pone a prueba la capacidad de respuesta de nuestro sistema en materia de salubridad. Si bien es cierto, que el Estado debe velar por la salud de todas y todos los chapines, también es cierto, que nosotros debemos involucrarnos en cuanto a promover desde nuestros hogares las medidas de prevención que minimicen, en este caso, el avance de ese virus.
De tal suerte que una campaña con los elementos de prevención es obligada y aplicar tales medidas un deber de toda la sociedad.
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