viernes , 22 noviembre 2024
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El necesario equilibrio

Si no aprendemos a ponernos de acuerdo, viviremos en el incentivado canibalismo social.

Desde la Presidencia de la República se ha producido el primer ensayo de las conferencias de prensa programadas. El balance efectuado, como en toda actividad humana, se ha caracterizado por al menos dos enfoques. Desde la perspectiva de algunos comentaristas de los propios medios de comunicación social, el Presidente se ha irritado en demasía y ha perdido en este primer encuentro programado con los reporteros. En la óptica del auditorio no es tan así, aunque también hay extremistas que, más allá de la “derrota”, ridiculizan con exuberancia.

Para toda persona medianamente informada de lo acontecido en 2015, no es una exageración admitir que la práctica política del país ha dejado de ser de uso exclusivo de los políticos, de los medios de comunicación (en tanto inductores de las agendas) y principalmente de aquellos que se desenvuelven como grupos de presión no legítimos. Las redes sociales han roto quizás para siempre tales desproporciones en el ejercicio del poder público.

Ahora bien, este escenario no excluye la comisión de errores de gobernantes, gobernados y de quienes informan de los acontecimientos alrededor del manejo de la cosa pública. El llamado a entenderlo es casi una obligación para no caer en la anarquía con la que sueñan los abusadores del poder, para garantizarse con ello sus canonjías por parte del servicio público. El poder casi inapelable de la prensa está llamado a buscar un necesario equilibrio entre lo que ocurre, lo ideal que debiera ocurrir y lo deseable para el futuro inmediato del país.

En este orden de ideas, hay temas de interés casi distintivo de algunos medios de comunicación social. Temas por los que literalmente aguijonean con sus interrogantes a prácticamente cualquier persona (principalmente a funcionarios públicos recién nombrados). Y de pronto generan seguidilla de otros para terminar de agotar paciencias hasta de los más nobles y estoicos franciscanos. Al apelar al uso de la exasperación se pierde la oportunidad de interrogar sobre otro tipo de situaciones o procesos.

¿Por qué si se habían dictado las reglas con antelación, los reporteros no pudieron ponerse de acuerdo para preguntar toda la gama temática de interés del momento? ¿Por qué jugar a los “santos” inquisidores que habrán de recibir respuesta sobre particularidades que de momento no afectan el manejo de la institucionalidad, tal la inquietud a la que el reportero ha sido instruido para interrogar? Si no aprendemos a ponernos de acuerdo, todos, y con todos, seguramente viviremos en el incentivado canibalismo social. Así las cosas, no dar el tiempo para buscar y alcanzar el equilibrio para que se establezca un ordenamiento de los responsables del manejo institucional, no hará más que generar un inútil ambiente de zozobra y desconfianza generalizada. Caso contrario, el gran perdedor no será el medio o el gobernante. Seremos todos.

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