Las sociedades y los sistemas son complejos, y en constante cambio; en esa dinámica, el Estado siempre debe probar su eficiencia.
Siete horas, un libro, dos cuadras, cinco niveles de fila y algunas otras eventualidades después, he actualizado mi información como servidora pública ante el ente contralor… gajes del oficio. Los procesos de transparencia son vitales para una administración pública, sin embargo lo es también la eficiencia, las siete horas de espera para un procedimiento de entre diez y quince minutos, en una oficina trabajando a la mitad de su capacidad le da validez a las críticas e inconformidad sobre el desempeño de la burocracia y la débil vocación de servicio que esta posee en el país.
Y entre las lecturas para dosificar la espera, alternando sobre cambio climático y temas aleatorios en redes sociales, me encuentro con palabras parafraseadas de Arnold Toynbee, sobre incitación y respuesta:
“… Se supone que ante una incitación generalmente desfavorable, una sociedad o grupo humano intenta reaccionar para superarla. Si el desafío excede ampliamente la capacidad de reacción del grupo, la respuesta será insuficiente, conduciendo a la desaparición o a la adaptación a condiciones peores que las anteriores al reto inicial. Cuando la capacidad de respuesta está al nivel del desafío, no solo se supera sino que se llega a nuevas condiciones y a un consiguiente estadio de mayor desarrollo… Una sociedad entera puede originar una variedad de respuestas que dependen tanto de las características de ese cambio como de otras circunstancias”.
Me llevó entonces la reflexión a cuestionarme si verdaderamente como guatemaltecos, e incluso me atrevo a decir, como servidores públicos, estamos a la altura de los cambios que venimos enfrentando, o si nuevamente nos veremos rebasados por las circunstancias de nuestro tiempo. Y bien lo decía una colega escritora, ¿qué va a hacer ahora la ciudadanía? Y agrego yo, ¿cómo se va a transformar el Estado? El Estado, la administración pública, debe redefinirse para superar las lógicas patrimonialistas, clientelares y corporativistas que lo han definido. ¿Asumiremos realmente las características de ese cambio que hemos querido profesar? ¿Hasta dónde llevaremos la transparencia y el servicio público, más allá de consignas en cartulina?
Las sociedades y los sistemas son complejos, y están en constante cambio, muchas veces más rápido de lo que las sociedades se pueden acompasar; el cambio es inminente y en esa dinámica, el Estado debe siempre probar su eficiencia y legitimar su existencia.
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