Su práctica, requiere de una buena dosis de determinación.
Las narrativas que vamos desarrollando sobre nosotros mismos son particularmente relevantes, aunque no siempre nos demos cuenta de ello. Aunque las circunstancias puedan cambiar, nuestra percepción sobre nosotros mismos se mantiene habitualmente estable y van tiñendo implícitamente nuestra experiencia. Lo anterior no es difícil de percibir, por ejemplo, si nos sentimos mal físicamente, aunque estemos en un lugar paradisiáco y lleno de comodidades nos sentiremos con desagrado y molestos. Si esto es cierto en lo físico, tanto más lo es en lo psicológico, si establecemos una relación castigadora, autocrítica y exigente con nosotros mismos, es muy probable que, aunque las circunstancias externas sean favorables, suframos o nos terminemos sintiendo mal. Aquí radica la importancia de cultivar la autocompasión.
La autocompasión la podemos entender como un modo de relación con nosotros mismos, en donde predomina un incondicional aprecio y cuidado, especialmente cuando estemos pasando por un momento de sufrimiento. Implica una actitud activa de cuidado y de bondad dirigida a nosotros mismos, especialmente cuando estamos viviendo un momento de sufrimiento, mientras que la lástima y autocomplacencia son actitudes más bien pasivas, que no buscan aliviar el sufrimiento, sino más bien implica quedarse estancado en este. Neff (2003b) identifica 3 componentes centrales de la autocompasión: 1. mindfulness o presencia plena, 2. humanidad compartida y 3. bondad dirigida a nosotros mismos. De esa cuenta, solo si nos damos cuenta de lo que nos ocurre y de las circunstancias que nos hacen sufrir, podemos adoptar una actitud afectuosa y amable y podemos actuar de manera hábil para reducir el sufrimiento e incrementar el bienestar.
Cuando comprendemos con profundidad algo naturalmente, brota un mayor entendimiento y un sentido de cuidado. Por su parte la sobre-identificación como proceso psicológico es una escasa capacidad de observar los hechos con ecuanimidad, manteniéndose perdido en las circunstancias.
Por su parte, cuando se produce un momento de sufrimiento, existe la posibilidad de que predomine un sentimiento de aislamiento o soledad, incrementándose la sensación de sentirse separado de los demás. Esto no sería un proceso lógico, sino más bien, un estrechamiento en la percepción, en la cual se pierde la panorámica más amplia, que incluye que todos los seres humanos estamos expuestos en términos generales a las mismas experiencias. Con la autocompasión se incrementa la toma de perspectiva, generándose nuevamente una visión inclusiva, reconociéndose que los desafíos de la vida y los fracasos son parte de la experiencia humana. En conclusión, cada uno de nosotros tiene en sus manos poder ir cultivando una mente más presente, más amable y autocompasiva, pero requiere de coraje y determinación, aunque esté al alcance de todos.
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