Ahora más que nunca, la Universidad de San Carlos debe reformarse.
Este domingo, 31 de enero, la Universidad de San Carlos de Guatemala cumplió 340 años de fundación. La original universidad monárquica y pontificia desapareció en tiempos de Mariano Gálvez. La reacción comandada por Rafael Carrera la restituyó, pero el liberalismo de finales del siglo XIX principió por secularizarla y definir su carácter de nacional, condición sostenida durante 47 años, con un interregno de 6 dedicados a identificarla como “Universidad Manuel Estrada Cabrera”. Los constituyentes de 1945, sin que se sepa por qué razón, rebautizaron a la actual como Universidad de San Carlos de Guatemala, pero no había justificación para restablecer el nombre. La juventud de ese entonces ganó a pulso la autonomía, como una de las conquistas de la Revolución de 1944. Pero la Universidad dejó de ser la “reserva moral” de la sociedad guatemalteca, como la calificó Luis Cardoza y Aragón. Ahora está anegada de corrupción, mediocridad y politiquería.
Desde hace 72 años, ese centro de estudios ha buscado constituir la conciencia mítica de nuestra sociedad, por encima de la conciencia científica. Esta afirmación se relaciona con el aserto de W.B. Yeats: “La ciencia es la crítica del mito”. El sentido del compromiso social enfatizado en las aulas sancarlinas se expresó en un fuerte apego por la “realidad”, desde finales de los años sesenta hasta principios de los ochenta.
En esta época de crisis de las ideologías, el mito de la universidad es más necesario que nunca. No se trata del anhelo por una invención o fantasía, pues la prueba definitiva del empobrecimiento cultural es mantener la noción popular y errónea del mito como falsedad. De otro modo, nos negaríamos a enfrentar la realidad, con la vista puesta en los pies. Es el mito de la universidad para interpretar la identidad, como relato que se vive para unificar y convocar, como proceso para adquirir nuevos significados entre tanta desolación.
En el proceso inconcluso de recuperar la verdad histórica, la memoria colectiva necesita del mito, sin recurrir a la “actualidad”, la “intensidad” y la “frecuencia”, las falsas leyes fiscalizadas por ciertos antropólogos norteamericanos. Mito de una universidad pluricultural que tiene expresión jurídica en el desideratum constitucional de “promover por todos los medios a su alcance la investigación en todas las esferas del saber humano y de cooperar al estudio y solución de los problemas nacionales.”
No se trata de vanagloriarse de una historia “tricentenaria” sino de cumplir una misión. El lema “Id y enseñad a todos” alcanzará sentido con una efectiva reforma universitaria que conciba la tradición como la negación de la tradición.
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