sábado , 23 noviembre 2024
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Fortalecer al INAP

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El INAP ha tenido que navegar contra corriente.

Al Instituto Nacional de Administración Pública (INAP) debe dársele el lugar que le corresponde en la medida en que es la Universidad del Estado; es decir, el lugar de excelencia académica de estudios superiores en donde se forman y capacitan los empleados de rango alto y medio de la administración pública, así como el espacio de alto nivel en donde una élite de pensadores estudia al Estado guatemalteco en el contexto nacional e internacional para prepararlo en el rol de promover el desarrollo económico y social de país y, por lo tanto, del bienestar de todos, sin distinción de clase, etnia, edad o género.

Desde su fundación, el INAP ha tenido un destino variado y desigual. Por desgracia, nunca ha ocupado un lugar de prioridad para los gobiernos desde 1980, cuando se creó. Esto es consecuencia de la crónica debilidad financiera del Estado que tiene que distribuir sus magros recursos hacia áreas más urgentes (seguridad, educación y salud), y manteniendo por lo tanto, a instituciones como el INAP en la marginalidad financiera. Por ello, en 35 años de existencia, el INAP no ha tenido los recursos suficientes para construirse a sí mismo como la casa de altos estudios del Estado, capaz de atraer a los mejores intelectuales y técnicos del país dedicados a las ciencias sociales, en particular a la ciencia política, la sociología y a la ciencia administrativa, y brindar la formación y la capacitación de cuadros que necesita la administración pública. Esta situación marginal también es resultado de que nunca le han otorgado al INAP la importancia política necesaria para estar en el centro de la vida administrativa del Estado, puesto que debería ser referencia obligatoria en el área de la formación, la capacitación y la investigación para las instituciones del Estado.

A pesar de la debilidad del INAP en recursos, lo que comparte con todas las instituciones del Estado, puede señalarse que su suerte ha variado dependiendo de los gobiernos que han dirigido al Estado. Su antecedente, el Instituto Nacional de Desarrollo (INAD) se fundó en 1964, en los albores del desarrollismo militar, cuando se concebía en América Latina que el Estado estaba llamado a jugar un papel central en la estrategia de desarrollo. La Comisión Económica para América Latina de la ONU (CAPAL) promovió esta visión y Guatemala, a pesar de 1954, no escapó a esta influencia. Sin embargo, en el inicio del ocaso de esta idea (a principios de los años 80, época de Pinochet, Thatcher y Reagan), surge el INAP e inmediatamente va a sufrir el negativo destino de lo estatal en la época del neoliberalismo, ideología que radicalmente resta importancia al Estado y le otorga a los actores del mercado el rol protagónico en el desarrollo. De ahí que el INAP haya tenido que navegar contra corriente, y estar bajo gobiernos de corte empresarial que, paradójicamente, conducen al Estado sin considerar su rol decisivo en el desarrollo.

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