La fundación de la ciudad y el epílogo de un bicentenario.
1976, 2015 y 2016 están atados por la historia. En el primero de los años se planificó el bicentenario de la fundación de la ciudad, y no se pudo celebrar nada por el ingrato terremoto. El año pasado la conmemoración de los 200 años de la Catedral Metropolitana, y en el actual la celebración de los 240 años de fundación de la capital en el valle de la Virgen.
En este triángulo de fechas se dan hechos interrelacionados en los cuales se pueden encontrar un momento para reconstruir el pasado. Hay que imaginar un cuento, una leyenda o una película que nos pueda llevar a cristalizar el ideario guatemalteco de aquella época, surgiendo de una ensarta de conversaciones, de lectura de documentos y libros que nos brinden una idea de quienes gestaron aquellos instantes.
Hay que cerrar los ojos y después de sustentar la realidad con lecturas de esa época, reconstruir cada momento. Volver a encontrarnos en un campo libre y lleno de pastizales donde inició la ciudad de Guatemala. A muchos les costará estas acciones, porque no han sido entrenados en el sueño de la vida, en imaginar momentos álgidos y volver al pasado para explicarnos cómo surgieron las leyendas, los cuentos, mitos y realidades de los grupos que integran la sociedad guatemalteca.
Si se logra esto, se podrá confrontar el presente, e ilusionar hacia un futuro mejor, con soluciones y esperanzas que nos brinden posibilidades de fincar una fuerza que nos lleve a construir una patria más humana, integral y libre. Después de todo, lo único que nos queda es soñar con un mundo mejor. Es en este marco que el triángulo de conmemoraciones quedan para el futuro. Doscientos cuarenta años después es necesario volver a pensar en el esfuerzo sobrehumano ejecutado por los primeros citadinos de la Nueva Guatemala para comenzar en la construcción de una nueva ciudad, cuando la totalidad de las de América india ya estaban consolidadas.
En medio de ese esfuerzo se puso especial énfasis en la construcción de una Catedral de marco Metropolitano y finalmente en mostrar con un ejemplo de integración, la reconstrucción de una ciudad herida junto a gran parte del país. Han pasado cuatro décadas de aquel suceso. Hay que preguntarnos qué aprendimos de aquella tragedia y cuáles son las experiencias que legamos a las nuevas generaciones.
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