Las comunidades más afectadas y que tienen problemas de abandono estatal, deben tener cuidado con los liderazgos negativos.
Guatemala es un país azotado por la confrontación, la violencia y la intolerancia, ya sea porque arrastramos secuelas históricas de resentimiento o frustración, o porque existen intereses sectoriales en no querer entender que debemos contribuir todos a fortalecer una cultura de diálogo para encontrar la paz en las comunidades afectadas por la realidad social y el abandono institucional y local. Lo malo es que todo eso lo hemos permitido.
Lo que debemos comprender es que el compromiso es de todos. Los movimientos sociales que han presionado para cambios sustanciales en la administración pública, han sido importantes para la toma de conciencia en los funcionarios que tienen ahora la responsabilidad de decidir por los fondos de los guatemaltecos, pero la participación es total, hay que proponer, exigir y buscar los espacios necesarios para ayudar en la resolución de los conflictos.
En el caso de las comunidades más afectadas y que por historia tienen problemas de abandono estatal, deben tener cuidado con los liderazgos negativos que buscan confrontación que termina en violencia, afectando al mismo vecindario, ya sea en pérdidas de vida, de infraestructura del pueblo o de recursos asignados. Esas son medidas que deben terminar si queremos vivir en paz, porque con hechos impulsivos fácilmente se entra a la ingobernabilidad sectorial y territorial.
El mecanismo entre los humanos para buscar acuerdos en problemas individuales y comunes, es el diálogo, la comunicación mediante el uso del lenguaje verbal y no verbal, métodos pacíficos en donde se puede decir lo que se siente y se quiere, además de obtener respuestas de la otra parte para saber si se puede cumplir con lo que se quiere o buscar en las mesas pacíficas otras alternativas para iniciar rutas que en corto, mediano o largo plazo pueden llevar a una buena meta.
Tenemos que salir de esa cultura de violencia, para pasar al diálogo y vivir en paz, que es lo que todos los guatemaltecos añoramos desde diciembre de 1996, cuando se firmó el documento político en donde se supone se terminaría el enfrentamiento en este país. Situación que no se ha cumplido en su totalidad, pues aún hay sectores violentos que merecen atención, líderes negativos que necesitan ser sensibilizados para que esa fuerza de protagonismo que tienen, sea canalizada para el desarrollo del pueblo.
En el lado institucional se deben aprovechar las dependencias que se han creado jurídicamente con expertos, técnicos y profesionales para fortalecer las capacidades de los líderes positivos y revertir a los negativos, mediante planes que lleven programas y proyectos para la niñez, juventud y adultos, aplicado en su territorio, con énfasis en la prevención del delito y la violencia, de tal manera que encontremos el camino para vivir en paz y nos empoderemos de esa cultura de diálogo para resolver nuestras diferencias.
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