La FIFA no es ahora un ejemplo y modelo de transparencia y de negocios lícitos.
Afortunadamente son guatemaltecos quienes fueron nombrados para regular el caos administrativo del futbol. Pero más allá de un ente que en poco tiempo trate de establecer orden, hay aspectos relevantes que deben tomarse en cuenta para la proyección del deporte más popular, que en Guatemala arrastra resultados negativos en competiciones internacionales, por falta de una visión y misión sustituidas por la ambición de dirigentes por figurar en organismos internacionales con los resultados finales a la vista: vida de reyes en hoteles de lujo, viandas, paseos, compras, lujos y amistades, mientras los futbolistas aficionados son abandonados en los campos polvorientos.
Claro, la FIFA en estos momentos no es un ejemplo a seguir, un modelo de transparencia, de negocios lícitos que en los últimos días de mayo de 2015 fueron develados por la fiscal estadounidense Loretta Lynch, con las primeras capturas de dirigentes involucrados en la acusación y quedaron al desnudo las componendas para elegir sedes, comercializar la señal de televisión y la venta fraudulenta de entradas; por eso cayeron estrepitosamente las figuras de barro y a nivel local existe un expresidente de federación prófugo, otro detenido y otro oculto.
En fin, hoy debe imperar la regulación para limpiar las finanzas que fueron ocultadas malévolamente a la Contraloría General de Cuentas, establecer el cimiento para un sentido de nación y como deporte altamente competitivo, modificar el sistema de elección y evitar las componendas desde las asociaciones departamentales donde se cuecen las elecciones para directivos, ciertamente esto puede hacerse con una modificación a la Ley Nacional para el Desarrollo de la Cultura Física y el Deporte.
El deporte no estuvo exento de los escándalos que se produjeron en diversos organismos internacionales, incluyendo a Guatemala, que reflejan la descomposición social del mundo a falta de temor y respeto a las leyes que regulan el accionar armonioso de las personas, y a la falta o tardía aplicación de los instrumentos legales que norman esa relación. La sociedad ahora sigue a ídolos de cartón, sin reflexionar lo que la Biblia dice de ellos que “todos son falsos, sus obras no son nada, sus ídolos no son más que viento y confusión”. Hay que volver por la senda de lo correcto, al valor de la palabra pronunciada y sostenida.
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