No puede darse el lujo de decidir sin tomar en cuenta los intereses de los sectores.
El presidente electo, Jimmy Morales, comentaba recientemente que un exmandatario le dijo que no le gustaría estar en sus zapatos y que él le respondió: “Tampoco yo”, lo cual refleja las presiones que está recibiendo aun antes de asumir el cargo, y sus preocupaciones acerca de cómo enfrentar los grandes desafíos que se le presentarán. Y no es para menos, pues su equipo de gobierno se encargará de una administración pública debilitada y bajo la observación crítica de una ciudadanía que se movilizó durante 20 semanas en demanda del cese de la corrupción, el saneamiento de la política y de una forma de gobernar que atienda los principales problemas del país y cree condiciones para el bienestar de toda la sociedad.
En este contexto, hay que considerar que el presidente Morales no cuenta con mayoría en el Congreso de la República, cuya actual legislatura está dejando un presupuesto desequilibrado y con obligaciones a cargo del Estado que carecen de financiamiento. Este será el primer escollo que ha de enfrentar, por ejemplo, respecto de los programas sociales. En ese sentido, Morales tendrá que propiciar la formación de una coalición de fuerzas parlamentarias que alcance los acuerdos necesarios para reestructurar el Presupuesto, en función de la gobernabilidad del país.
El segundo tema es la necesidad de fortalecer la legitimidad social de su gobierno, pues habiendo obtenido un apoyo electoral superior a la fuerza real de su partido, puede tomar ciertas decisiones difíciles en los primeros meses de su gestión, contando con el apoyo de la opinión pública. Pero ese poder que proviene de la sociedad puede desgastarse fácilmente, si no se atiende el tema económico, que es hoy la principal preocupación de la ciudadanía.
En ese sentido, es crucial la orientación que el Gobierno tome respecto del modelo de desarrollo, ya que hasta ahora ha prevalecido una visión conservadora, que se conforma con el crecimiento moderado y con estabilidad macroeconómica, mientras aumentan las desigualdades sociales y se acentúa la pobreza. El Presidente no puede darse el lujo de decidir sin tomar en cuenta los intereses de todos los sectores, pues es necesario que todos y cada uno seamos parte de un esfuerzo nacional, no solamente para enfrentar la crisis sino para construir juntos un desarrollo con equidad. Si así fuese, aunque no se puede cumplir con todas las expectativas ni puede evitarse la crítica, la sociedad podría considerar que valió la pena todo el proceso vivido en 2015.
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