Con esta columna finalizo la serie de artículos relacionados con lo que he visto que ha pasado en el desarrollo local en los últimos 30 años, durante los cuales se ha dicho que se puede romper el estado de las cosas en el país, caracterizado por la pobreza y la desigualdad.
Una conclusión, irrefutable diría yo, es que existe un abismo entre lo que establece el marco para el modelo de desarrollo del país y la forma en que supuestamente este se busca.
Guatemala todavía no se pone de acuerdo en las acciones que harían bien a toda la población. En todo caso, es evidente que no existe un espacio plural de diálogos y concertaciones cuyos acuerdos se lleven a la práctica efectivamente.
De lo anterior deviene que no se dedique la cantidad necesaria de recursos para fortalecer las capacidades ciudadanas y de los gobiernos locales.
Así que tenemos municipalidades que, a mi parecer, en 20 años han avanzado poco en su desarrollo institucional y que todavía no pueden, en su mayoría, cumplir las atribuciones propias establecidas en el Código Municipal. Es ilógico que se piense que son aptas para que se les descentralicen otras competencias.
Por el lado de las comunidades la situación es similar. El Sistema de Consejos de Desarrollo ha avanzado lento, y sucesos como los ocurridos el martes en Santiago Atitlán, Sololá, hacen pensar que mucha gente todavía no está dispuesta a respetar las instituciones, y reflejan lo frágil e ilegítimo que es el Estado en la provincia. Mas siempre se ha tenido la esperanza de que este mecanismo de participación sirva para construir verdaderamente un Estado, nación.
El tema merece todo nuestro esfuerzo. Muchas figuras conocidas y emergentes lo impulsan y sus discursos hacen pensar que están convencidos de que la prosperidad de Guatemala comienza en cada localidad, y que no buscan solo privilegios y prebendas, como en otros tiempos ha ocurrido.
Hay que tomarle la palabra al presidente electo, Jimmy Morales, acerca de su pretensión de desarrollar una administración municipalista, y perseguir con convicción eso que hasta ahora ha sido nuestra utopía: una democracia incluyente y participativa que ofrezca solidariamente oportunidades de prosperidad para todos.
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