Carlos Morales Monzón
Periodista y Profesor Universitario
Las municipalidades son las encargadas de velar por el desarrollo y la convivencia sana de sus comunidades. Y la de la Ciudad de Guatemala lo ha hecho en alguna medida, creando parques y generando espacios para el solaz esparcimiento.
Para complementar la tarea, el Congreso de la República delegó en las comunas la facultad de controlar el tránsito vehicular. Y ahí sí que ha fallado la Municipalidad pues, aunque creó una Policía Municipal de Tránsito (PMT), el desorden vehicular es caótico.
Los agentes de la PMT son el equivalente a nada. Se paran donde hay semáforos y en lugar de ordenar hacen todo lo contrario. Mientras, en donde no hay semáforos, los conductores y principalmente los de motos hacen lo que se les viene en gana. Y cuando hay agentes en esos lugares, no hacen sino agitar el brazo con la mano levantada, indicando a todo automovilista o motorista que aceleren el paso, aunque la velocidad de las filas no vaya más allá de los cinco kilómetros por hora.
Frente a los agentes, carros y motos obstruyen las intersecciones y se pasan en rojo, entre otras violaciones a la ley, sin que los agentes reaccionen y multen a los violadores.
Algunos de ellos realmente ni cuenta se dan, pues están embebidos en ver sus teléfonos celulares. ¡Ah! Pero sí ponen retenes para buscar el mínimo detalle que les permita multar. Por cierto, aprovechan para cobrar multas que aparecen muchas veces de la nada, como por arte de magia.
Los señores estos, porque de agentes de tránsito no tienen nada, lo único que demuestran saber es agitar la mano para indicar que se pase o tomar los talonarios de multas para llenarlos. Algunos, incluso, se nota que se la pasan anotando placas que, quién sabe con certeza, a lo mejor luego los anotan en el talonario para generar las multas fantasmas de las que les hablo.
Y en los retenes cobran las sanciones con los famosos POS, pues solo aceptan tarjetas de débito o crédito, bajo amenaza que de no hacerlo van a recoger el vehículo.
En fin, los mal llamados agentes para lo único que sirven es para poner multas, la mayor parte de las veces sin razón. Y cuando de verdad debieran imponerlas, no lo hacen, convirtiendo la justicia en injusticia de tránsito.
Urge que, como en los países desarrollados, se creen academias para policías de tránsito que de verdad hagan respetar la ley, aplicándola como debe ser y a quien de verdad lo merece.
De lo contrario, los guatemaltecos seguiremos sufriendo las inclemencias del caos vehicular que, cada mes, se complica más con el ingreso de 60 mil motos y 20 mil carros al parque de automotores del país.
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