Frank Gálvez
Locutor y Periodista
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El laureado director de animación Hayao Miyazaki retorna a la pantalla grande con una nueva obra de arte que marcaría el posible final de su carrera. El Niño y la Garza narra las aventuras de Mahito, un chico que se hace amigo de una misteriosa garza, después de que el primero perdió a su madre en un terrible incendio en el Japón armamentístico de mediados del siglo XX.
Así principian un viaje para defender el hogar del niño de una amenaza inminente, y de paso rescatar a su madrastra. Aceptación, valentía, cerrar ciclos y la interdependencia de la humanidad con la naturaleza son temas que se exploran en un filme donde esta trama, abarcada en un viaje onírico, le ha valido su nominación en la categoría Mejor Película Animada de los premios Oscar.
Todo, en medio de la enorme cantidad de palmarés que ha recibido, incluido el Globo de oro en la categoría mejor película de animación.
El plagio es el miedo a una página en blanco“ (Mokokoma Mokhonoana).
Lo anterior se ve nublado por un personaje mitómano y oportunista. La colombiana Geraldine Fernández se volvería popularísima en innumerables medios de comunicación y redes sociales, pues declaraba con altivez: “Tuve una participación significativa e importante en el proceso de la cinta, pues realicé un total de 25 mil fotogramas; además, dentro del equipo de animación todos me conocían como ‘La Colombiana’. (sic)”.
Incluso dio conversatorios pago en universidades con lleno total, aunque usted no lo crea. Irrecusablemente, todas estas afirmaciones eran mentira, donde sorprendentemente ningún medio investigó a cabalidad si lo que esta señora decía era cierto antes de mandarlo a imprenta. Ella no ilustró el inicio de la película como afirmaba, lo cual atañe al animador japonés Shinya Ohira, y tampoco conoció jamás al maestro Miyazaki.
Las inconsistencias entre sus historias se incrementaban, y todo finalmente se le vino abajo cuando muchos usuarios de la web se dieron a la tarea de investigar a fondo el “trabajo” real de Geraldine en una empresa llamada Tecnoglass, con supuestos vínculos con el crimen organizado. Una historia digna del Barón de Münchhausen.
Después de una disculpa pública a medias, demandas judiciales y ser objeto de repudio y burla pública inclusive en Japón, Geraldine señaló indignada que “(Era) culpa de los medios de comunicación por no verificar fuentes, creer su cuento y, de esta forma, hacerla tendencia”. Arrogancia hasta el final. Que esta historia nos sirva de advertencia sobre cómo el plagio y la nula indagación dañan la información que consumimos todos los días.