Frank Gálvez
Locutor y Periodista
[email protected]
La juventud no es una época de la vida sino más bien un estado del espíritu: la victoria del valor sobre el encogimiento, del deseo de aventura sobre el amor a la comodidad; un tránsito lleno de pequeñas acciones que desempeñan grandes obligaciones.
Uno no se hace viejo por haber vivido un cierto número de años. Se envejece porque se ha desertado del ideal. Los años arrugan la piel, pero renunciar al ideal arruga el alma. Las preocupaciones, las dudas, los temores y las angustias son enemigos que lentamente nos hacen inclinar hacia la tierra y volvernos polvo antes de tiempo. No aceptar esa rutina nos impulsa hacia el futuro.
El escritor Don Miguel Ruiz lo expuso de forma magistral: “Imagínate volverte como solías ser cuando eras un niño muy pequeño, antes de que entendieras el significado de cualquier palabra, antes de que las opiniones (y prejuicios) se apoderaran de tu mente. Tu verdadero yo es amoroso, alegre y libre.
”Nunca se es demasiado joven para aprender, ni demasiado viejo para cambiar“ (Russell Nelson).
El verdadero tú es como una flor, como el viento, como el océano, como el sol”. Joven es el que es capaz aún de asombrarse y maravillarse, el que como niño insaciable siempre pregunta por todo. El que desafía los acontecimientos y encuentra alegría en el juego de la vida. La actriz estadounidense y ex primera dama Nancy Reagan nos dice: “La vida puede ser grandiosa, pero no cuando no puedes distinguirla.
Así que abre tus ojos a la vida para verla en los colores vivos que Dios nos dio como un regalo precioso para sus hijos, para disfrutar la existencia al máximo y hacerla valer… ¡Dile SÍ a tu vida!”
Serás tan joven como tu fe, tan viejo como tu duda, tan lozano como tu confianza en ti mismo, tan fresco como tu esperanza y tan anciano como tu abatimiento. Lo explicó muy bien el científico aeroespacial y expresidente de la India Abdul Kalam: “Mi mensaje a los jóvenes de cualquier edad es que tengan coraje para pensar diferente, coraje para inventar, para recorrer el camino inexplorado, coraje para descubrir lo imposible, conquistar los problemas y triunfar. Estas son las
grandes cualidades en las que hay que trabajar”.
Permanecerás siempre joven mientras permanezcas sensible a lo que es bello, bueno y magno. Sensitivo a los mensajes de la naturaleza, del hombre y del infinito. Si un día tu corazón llegase a ser mordido por el pesimismo y roído por el cinismo: ¡Que Dios se apiade de tu alma, anciano! Pues
donde Dios nos sembró, es preciso saber florecer.