lunes , 25 noviembre 2024
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Políticas estabilidad financiera

Saulo De León Durán

Superintendente de Bancos

[email protected]

Nos hemos referido en columnas anteriores a la resiliencia y estabilidad macroeconómica como una importante fortaleza del país, base para el crecimiento económico que, si bien no ha sido acelerado, sí ha sido sostenido, lo que se traduce en una paulatina mejora del ingreso por habitante, y por extensión se esperaría de las condiciones de vida de la población, que es en última instancia lo que importa.

Un aspecto fundamental de la estabilidad macroeconómica es, por supuesto, la estabilidad financiera, un concepto que la población intuye, pero que no siempre comprende, particularmente, lo relacionado con sus implicaciones.

Al respecto, pueden ofrecerse varias definiciones.  Por ejemplo, el Banco Central Europeo indica que se puede definir como una situación en la que el sistema financiero -compuesto por intermediarios financieros, mercados financieros e infraestructura de mercado- es capaz de resistir perturbaciones y una corrección brusca de los desequilibrios financieros.

La SIB ha fortalecido la regulación y supervisión del sistema financiero.

De forma similar, la Reserva Federal (banco central) de los Estados Unidos de América apunta que un sistema financiero se considera estable cuando los bancos, otros prestamistas y los mercados financieros son capaces de proporcionar a los hogares, las comunidades y los negocios, el financiamiento que necesitan para invertir, crecer y participar en una economía que funcione bien y pueden hacerlo, incluso, cuando son golpeados por eventos o choques adversos.

Resulta evidente, en consecuencia, que mantener la estabilidad financiera es un elemento vital para las autoridades de banca central. Las crisis financieras suelen ser experiencias dolorosas que se traducen en una contracción de la actividad económica, inflación, depreciación del tipo de cambio y, en general, un retroceso en las condiciones de vida de la población.

Como alguna vez dijera el expresidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti: “El sistema bancario no conduce al paraíso, pero sí puede llevarnos al infierno en una tarde”.  Como seguramente se recordarán, EE. UU. fue el protagonista de la denominada Crisis Financiera Mundial de 2007-2008, que ha sido calificada como su peor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, la cual ocasionó una desaceleración de la actividad mundial, que también alcanzó a nuestro país.

Gracias a la fortaleza de las instituciones, al manejo prudente de las políticas económicas y a la confianza de los agentes económicos en el sistema financiero, Guatemala no ha experimentado una crisis financiera sistémica, como sí ha sucedido en varios países de la región.

En ese contexto, con propósito de actualizar y modernizar la tercera reforma monetaria y financiera, que como hemos indicado se realizó en 2002, la SIB ha fortalecido la regulación y supervisión del sistema financiero, por un lado, promoviendo la ampliación del perímetro de supervisión y, por otro, mediante la adopción de las recomendaciones de organismos internacionales para preservar la estabilidad del sistema financiero.

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Un aspecto fundamental de la estabilidad macroeconómica es, por supuesto, la estabilidad financiera, un concepto que la población intuye, pero que no siempre comprende, particularmente, lo relacionado con sus implicaciones.

Al respecto, pueden ofrecerse varias definiciones.  Por ejemplo, el Banco Central Europeo indica que se puede definir como una situación en la que el sistema financiero -compuesto por intermediarios financieros, mercados financieros e infraestructura de mercado- es capaz de resistir perturbaciones y una corrección brusca de los desequilibrios financieros.

La SIB ha fortalecido la regulación y supervisión del sistema financiero.

De forma similar, la Reserva Federal (banco central) de los Estados Unidos de América apunta que un sistema financiero se considera estable cuando los bancos, otros prestamistas y los mercados financieros son capaces de proporcionar a los hogares, las comunidades y los negocios, el financiamiento que necesitan para invertir, crecer y participar en una economía que funcione bien y pueden hacerlo, incluso, cuando son golpeados por eventos o choques adversos.

Resulta evidente, en consecuencia, que mantener la estabilidad financiera es un elemento vital para las autoridades de banca central. Las crisis financieras suelen ser experiencias dolorosas que se traducen en una contracción de la actividad económica, inflación, depreciación del tipo de cambio y, en general, un retroceso en las condiciones de vida de la población.

Como alguna vez dijera el expresidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti: “El sistema bancario no conduce al paraíso, pero sí puede llevarnos al infierno en una tarde”.  Como seguramente se recordarán, EE. UU. fue el protagonista de la denominada Crisis Financiera Mundial de 2007-2008, que ha sido calificada como su peor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, la cual ocasionó una desaceleración de la actividad mundial, que también alcanzó a nuestro país.

Gracias a la fortaleza de las instituciones, al manejo prudente de las políticas económicas y a la confianza de los agentes económicos en el sistema financiero, Guatemala no ha experimentado una crisis financiera sistémica, como sí ha sucedido en varios países de la región.

En ese contexto, con propósito de actualizar y modernizar la tercera reforma monetaria y financiera, que como hemos indicado se realizó en 2002, la SIB ha fortalecido la regulación y supervisión del sistema financiero, por un lado, promoviendo la ampliación del perímetro de supervisión y, por otro, mediante la adopción de las recomendaciones de organismos internacionales para preservar la estabilidad del sistema financiero.

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