Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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Hoy se cumplen sesenta y tres años del levantamiento militar del 13 de noviembre de 1960. Un evento político militar que se generó debido a una administración pública con deficiencias e insolvencia financiera para el pago de los sueldos de los empleados públicos en general, situación que agravó las demandas sociales de dicha época del siglo pasado.
Al alzamiento castrense se le atribuye el inicio del enfrentamiento interno que nos arrebató la juventud, la vida de los familiares, amigos, así como de los guatemaltecos en general y, sobre todo, la paz, pero la realidad es otra… el evento militar iba encaminado contra el ministro de la defensa de esa época.
Luego del fracaso de movimiento de rebelión de las tropas comprometidas en la ciudad capital, se movilizaron hacia el oriente del país y tomaron las instalaciones militares de la cabecera departamental de Zacapa, lo cual provocó la reacción gubernamental encabezada por el presidente, general Ydígoras Fuentes, con el apoyo de la Fuerza Aérea Guatemalteca y unidades de infantería leales. Los sublevados se trasladaron al comando militar de Puerto Barrios, Izabal, y fueron rechazados por el comando de la Marina de Guerra que, utilizando la fragata Francisco Barrundia, bombardeó la sede del comando de infantería, y obligó con ello a la dispersión de los alzados.
Debido a los eventos, las tropas comprometidas en el levantamiento se reorganizaron y buscaron el encubrimiento de su ubicación en la Sierra de las Minas. Los líderes del movimiento optaron por mantenerse ocultos. El gobierno de Ydígoras y el de Peralta optaron por amnistías que solo las aceptó un reducido número de participantes en el levantamiento.
El pasado nos permite consolidar una base sólida desde donde podemos proyectarnos a un futuro próspero y en paz.
Las circunstancias que se desprendieron del evento histórico hacen posible que analistas y cajas de resonancia oponentes del Estado le otorguen el inicio del conflicto interno, pero fue una situación de
carácter gremial.
El Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), aprovechando la coyuntura, contactó agentes comunistas que se infiltraron con los mandos de las tropas sublevadas e iniciaron una relación de oportunidad para desarrollar un movimiento subversivo de corte foquista, similar al que le dio el triunfo a Fidel Castro en Cuba en 1959. Se puede deducir que el inicio de la confrontación se dio cuando el grupo fusionado con el PGT emboscó a una patrulla militar motorizada en Zunzapote, Zacapa, el 17 de mayo de 1966, en donde fallecieron el capitán José Dolores Amézquita Velásquez y seis soldados.
Este grupo fue derrotado en el oriente del país y en el exilio buscó el financiamiento para retornar al territorio, ya con una ideología definida, el 19 de enero de 1972; pero inició operaciones hasta 1975, asesinando a Luis Arenas, dueño de la finca La Perla en Ixcán. Hecho reafirmado por el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP).
Es importante conocer el trasfondo de la creación del mito de los 36 años; que no es más que desembarazarse del inicio de la confrontación entre los guatemaltecos, proyectar la culpa y responsabilidad hacia a otros protagonistas, como lo explica Prior Sztomka: “El pasado puede imaginarse, concebirse meramente en la fantasía humana. Puede ocurrir de forma inconsciente, como consecuencia de un error, una exageración, crasa ingenuidad o confabulación, pero también puede hacer de adrede, como una construcción imaginaria deliberada con la pretensión de ser verdadera”.
Las intenciones de crear esta situación van de la mano con que una mentira dicha cien veces se vuelve verdad. En el caso de nuestra historia nacional, se trata de deformar y manosear la verdad, que varía dependiendo de la visión de quien la escribe; pero en este aniversario es necesario visualizar el pasado, analizar realmente lo que sucedió y no dar por sentadas las versiones antojadizas que alteran los eventos por medio de consignas de ideologías caducas y fracasadas a través del ámbito mediático, académico, cultural y otras manifestaciones de comunicación.
El conocimiento del pasado permite consolidar una base sólida desde donde nos podemos proyectar a un futuro próspero y en paz.
Creo firmemente que los guatemaltecos ¡ya lo merecemos!
