sábado , 23 noviembre 2024
Inicio ¿Tiempos finales?

¿Tiempos finales?

Dr. Jorge Antonio Ortega Gaytán
ortegagaytan59 @gmail.com

Nombre del artículo: La historia de la humanidad parece ser la del conflicto, desde tiempos inmemorables la guerra ha transformado el panorama de nuestra existencia en la faz de esta tierra. En la mitología griega como en el Popol Vuh el conflicto está presente y nuestro anhelo por la coexistencia pacífica es una utopía.

¿Qué es lo que nos impulsa a destruirnos mutuamente? Cuál es la necedad de ceder el paso a la muerte en nuestro diario vivir, si es algo que tenemos asegurado todos, ¡todos vamos a morir en algún momento! ¿Por qué acelerar su llegada? ¿Cuál es la ansiedad por finalizar nuestra existencia en esta experiencia terrenal?

Hoy, una vez más se estremece el mundo al estar de nuevo en las puertas de una conflagración global, el Medio Oriente está en llamas, el Pacto de Abraham se desmorona ante nuestros ojos, ¡la paz se cohíbe!, el odio se desborda pasando los límites de la razón humana, destruyendo cualquier oportunidad que presente la perspectiva del futuro, la esperanza prácticamente desaparece de las alternativas en la oscuridad de la incertidumbre, ¿qué más podemos esperar?, si el Apocalipsis bíblico ya lo rebasamos, al igual que las profecías de Nostradamus.

“El Pacto de Abraham se desmorona ante nuestros ojos, ¡la paz se cohíbe!”

Cuál es la fuerza que impulsa el interés supremo de ese choque de intereses, de sembrar la discordia, de abatirnos constantemente en duelos múltiples, porque al final eso es la guerra, un enorme duelo, cantidades de tumbas de soldados desconocidos, sin cruces, sin estrella de David, sin medias lunas, solo huesos fragmentados por las balas, bombas y esquirlas.

Todos ellos cubiertos de sangre derramada en el teatro de guerra, al final solo queda en el recuerdo de los deudos que ellos murieron por amor a la causa, a la patria que todo se lo merece, por ella y para ella todo es poco. El enfrentamiento de las fuerzas de la nación ucraniana y las rusas rompió el sueño de un milenio prometedor, la ruptura del equilibrio en el Medio Oriente provoca la apertura de la caja de Pandora para nuestra existencia sobre la faz de este planeta.

La ira de los dioses del pasado y de las profecías están como espectadores en el combate campal de los terrícolas, observando nuestra iniciativa y creatividad en las arengas para entusiasmar los corazones de los combatientes evitando el miedo en ellos y exaltando el espíritu de lucha para neutralizar al oponente, utilizando el máximo de brutalidad.

Sin duda, en nuestro presente estamos extrapolando los instintos más primitivos de los humanos al presente, donde se privilegia la subsistencia sin competencia, donde matar no era delito ni pecado y la devastación era permitida como premio soberbio de la victoria de uno contra otro, que con el pasar del tiempo y las experiencias hicieron que las religiones dictaminarán guerras con causas justas para librar a los dirigentes y sus fuerzas, y librarse de la condena celestial, luego leyes, protocolos y reglas para humanizar los conflictos armados entre Estados; ¿cuándo vamos a entender que no se puede justificar enviar a una generación entera a morir?, cuando la guerra es la continuación de la política por otros medios, que no es más que el reflejo permanente de la incapacidad política de los humanos para resolver la problemática de coexistencia.

Tenemos suficientes experiencias bélicas desde tiempos inmemoriales, solo se requiere de dar una lectura al Viejo Testamento para tener un inventario completo de nuestra presencia en este mundo; pero si es mucho el esfuerzo, si se peca de escepticismo, es posible aproximarse a la era cristiana, esos 2023 años en los que pareciera que el siglo pasado fue el más violento, pero que ahora se ve rebajado por la prospectiva del tercer milenio que abre las puertas del infierno de par en par.

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¿Qué es lo que nos impulsa a destruirnos mutuamente? Cuál es la necedad de ceder el paso a la muerte en nuestro diario vivir, si es algo que tenemos asegurado todos, ¡todos vamos a morir en algún momento! ¿Por qué acelerar su llegada? ¿Cuál es la ansiedad por finalizar nuestra existencia en esta experiencia terrenal?

Hoy, una vez más se estremece el mundo al estar de nuevo en las puertas de una conflagración global, el Medio Oriente está en llamas, el Pacto de Abraham se desmorona ante nuestros ojos, ¡la paz se cohíbe!, el odio se desborda pasando los límites de la razón humana, destruyendo cualquier oportunidad que presente la perspectiva del futuro, la esperanza prácticamente desaparece de las alternativas en la oscuridad de la incertidumbre, ¿qué más podemos esperar?, si el Apocalipsis bíblico ya lo rebasamos, al igual que las profecías de Nostradamus.

“El Pacto de Abraham se desmorona ante nuestros ojos, ¡la paz se cohíbe!”

Cuál es la fuerza que impulsa el interés supremo de ese choque de intereses, de sembrar la discordia, de abatirnos constantemente en duelos múltiples, porque al final eso es la guerra, un enorme duelo, cantidades de tumbas de soldados desconocidos, sin cruces, sin estrella de David, sin medias lunas, solo huesos fragmentados por las balas, bombas y esquirlas.

Todos ellos cubiertos de sangre derramada en el teatro de guerra, al final solo queda en el recuerdo de los deudos que ellos murieron por amor a la causa, a la patria que todo se lo merece, por ella y para ella todo es poco. El enfrentamiento de las fuerzas de la nación ucraniana y las rusas rompió el sueño de un milenio prometedor, la ruptura del equilibrio en el Medio Oriente provoca la apertura de la caja de Pandora para nuestra existencia sobre la faz de este planeta.

La ira de los dioses del pasado y de las profecías están como espectadores en el combate campal de los terrícolas, observando nuestra iniciativa y creatividad en las arengas para entusiasmar los corazones de los combatientes evitando el miedo en ellos y exaltando el espíritu de lucha para neutralizar al oponente, utilizando el máximo de brutalidad.

Sin duda, en nuestro presente estamos extrapolando los instintos más primitivos de los humanos al presente, donde se privilegia la subsistencia sin competencia, donde matar no era delito ni pecado y la devastación era permitida como premio soberbio de la victoria de uno contra otro, que con el pasar del tiempo y las experiencias hicieron que las religiones dictaminarán guerras con causas justas para librar a los dirigentes y sus fuerzas, y librarse de la condena celestial, luego leyes, protocolos y reglas para humanizar los conflictos armados entre Estados; ¿cuándo vamos a entender que no se puede justificar enviar a una generación entera a morir?, cuando la guerra es la continuación de la política por otros medios, que no es más que el reflejo permanente de la incapacidad política de los humanos para resolver la problemática de coexistencia.

Tenemos suficientes experiencias bélicas desde tiempos inmemoriales, solo se requiere de dar una lectura al Viejo Testamento para tener un inventario completo de nuestra presencia en este mundo; pero si es mucho el esfuerzo, si se peca de escepticismo, es posible aproximarse a la era cristiana, esos 2023 años en los que pareciera que el siglo pasado fue el más violento, pero que ahora se ve rebajado por la prospectiva del tercer milenio que abre las puertas del infierno de par en par.

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