Dr. Jorge Antonio Ortega G.
La guerra entre Ucrania y Rusia continúa con su paso de desolación, muerte e incertidumbre. Luego de quinientos días de confrontación, es más encarnizada y devastadora. La esperanza de una ruta hacia la paz se diluye entre amenazas (algunas nucleares) y discursos políticos que caen en el vacío del escenario mundial.
Lo mediático de esta confrontación del siglo XXI acapara la atención llevar a los espectadores por los laberintos de la conflagración en tiempo real, lo cual genera una sensación de participación en la destrucción y la contemplación de la dinámica de la muerte de los humanos por motivos diversos. Estamos en el teatro de guerra cibernético participando, preguntando, observando y comentando a través de las redes con sus múltiples mecanismos de transmisión hasta nuestros dispositivos electrónicos.
En las confrontaciones de cuarta generación o asimétricas, son complejas debido a que las operaciones ofensivas y defensivas están sujetas a la manipulación de la información, la incursión de la guerra jurídica transnacional, golpes de Estado blando, la guerra psicológica y la cibernética en todo su quehacer.
Es debido a lo anterior que el concepto de la guerra cambia a la ciberguerra, el cual deja clara la realidad a la que nos enfrentamos. El término se aplica a todas aquellas acciones realizadas por un Estado con el fin de penetrar las redes de otro Estado, con el propósito de causar daño o perturbar su adecuado funcionamiento.
Hoy, se requiere de un guerrero cibernético hábil, diestro, entrenado y especializado para combatir en este nuevo campo de batalla.
Estas acciones, frecuentes en nuestro diario vivir indican que, aunque no se esté consciente de ello, estamos en un escenario permanente de esta nueva forma de confrontación. De lo anterior se desprende que en primer lugar la ciberguerra es real, la segunda es que la ciberguerra sucede a la velocidad de la luz, la siguiente es que este tipo de confrontación es global, la cuarta es que dicha conflagración evita el campo de batalla tradicional y por último dejar claro de que la ciberguerra ya ha empezado.
Estas son algunas de las lecciones medulares que no deben escapar de las reflexiones de los líderes políticos y los conductores de los estamentos militares de hoy y del futuro mediato. Es por ello, que recae la responsabilidad en los líderes de la nación el modificar el andamiaje jurídico vigente para enfrentar las amenazas cibernéticas en forma integral, cambiar la doctrina militar que permita evolucionar el entrenamiento, adiestramiento, especialización y estandarización de los compatriotas que sirven al país a través de la institución castrense.
Es necesario, urgente e impostergable. Hoy, se requiere de un guerrero cibernético hábil, diestro, entrenado y especializado para combatir en este nuevo campo de batalla. No es ciencia ficción; su desarrollo es un hecho real que incluye tecnología de multisensores, comunicaciones digitales, minas inteligentes, municiones de precisión, tecnología de información, realidad virtual, inteligencia artificial, capacidad, tecnología de información y otros métodos de supervivencia en este nuevo escenario que se encuentra cubierto en una incertidumbre permanente debido al factor del cambio inmutable, que es una constante de la posmodernidad.
Existen variadas aproximaciones sobre esta nueva realidad de amenaza cibernética para los planificadores estratégicos, por ejemplo, que nuestra capacidad de destrucción aumentó increíblemente, que puede ser masiva o quirúrgica, que es invasiva, paralizante en todo tipo de sistemas como los bancarios y financieros de naciones enteras, de las comunicaciones terrestres, aéreas y marítimas.
Que la verdad puede ser simulada y totalmente falsa. La línea de fractura en la guerra está vigente, es momento de transformación y de visualizar el futuro. En el pasado, la tecnología fue cambiando la forma de lucha y de armamento. Pasamos por la era de la piedra, del hierro, de la pólvora, nuclear y ahora a la guerra de cuarta generación en un escenario cibernético, donde tenemos que aprender a caminar, a sobrevivir y a luchar por la pervivencia de la humanidad.