Guillermo Monsanto
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El nombre de Juan Antonio Franco está ligado, en Guatemala, al de Dagoberto Vásquez Castañeda y Guillermo Grajeda Mena (principalmente). Esto señala que perteneció a la Generación del 40 y que compartió con ellos, y otros artistas como Roberto González Goyri, Max Saravia Gual y Roberto Ossaye, los preceptos que le otorgaron otra cara a la modernidad guatemalteca. Sus primeros estudios los efectuó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), cuando todavía se llamaba Academia de Bellas Artes.
En 1942, dos años antes de la Revolución de Octubre, viajó en plan de estudios a México, en donde se inscribió en la Escuela de Pintura y Escultura La Esmeralda, que era dirigida por Frida Kahlo. Es a través de esa entidad que Franco entró en contacto con los artistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Sequeiros.
Y, en el caso de los dos primeros, trabajó como asistente en diferentes proyectos. Entre 1943 y 1945 asistió a Rivera en los murales del Palacio Nacional de México. En 1947 se integró al equipo de Orozco en el mural al aire libre del Auditorio Auro Aguirre, ubicado en la Escuela Normal Maestros en la misma capital. En ese proceso adoptó una figuración que dialogaba más con el arte mexicano que con el chapín.
La obra de Franco tomó en cuenta siempre las diferentes tipologías rurales y urbanas.
También, elaboró, en aquel país, algunos murales. Además, formó parte del Taller de Gráfica Popular donde realizó varios grabados bajo la tutela de Leopoldo Méndez y Pablo O´Higgis. A su retorno a Guatemala elaboró dos frescos, aún en buen estado de conservación, para el auditorio de la Escuela Tipo Federación de Mixco. Una tercera obra de este género, un desnudo en este caso, fue elaborado para una casa particular.
Más adelante viajó becado a Florencia (1950) y Milán (1951) para estudiar restauración de obras de arte en la Galería Uffizi y la Academia Brera, respectivamente. También, fue socio de la Casa de la Cultura. En París estudió como elaborar mosaicos de Ravena y cursos de museología en el Museo del Louvre, en donde también visitó los talleres de restauración. Entre 1953 y 1955 regresa a México para restaurar, principalmente, los murales de Rivera y Orozco.
Parafraseando un texto de 1990, escrito por Dagoberto Vásquez, se hace patente que el crítico encontró enraizada en su producción la tradición de la pintura mexicana pero que ya recientemente hubo una gradual evolución del expresionismo realista a otro más inclinado al surrealismo. La obra de Franco tomó en cuenta siempre las diferentes tipologías rurales y urbanas.
Sus temáticas tocaron diferentes tópicos que en lo social y lo político obtuvieron su especial atención. Más que buscar la belleza como sello distintivo, se decantó por proponer desde la fuerza del pigmento, la síntesis de la línea y la ausencia del realismo académico. El dibujo, asimismo, fue un mero pretexto compositivo