Guillermo Monsanto
Foto: Cortesía del manifiesto de la organización.
La Guatemala artística está definida por un enorme legado que configura una línea de tiempo que puede rastrearse, salvo algunos faltantes, desde finales del siglo XVIII. Los creadores visuales, a los largo de los años, se entrecruzan fluyendo los más jóvenes con los que son considerados como sus maestros.
Marco Augusto Quiroa, ya con presencia notoria a finales de la década del cincuenta cuando era estudiante en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, exploró con éxito diferentes maneras de expresión. En la literatura se adentró en el cuento, narrativas alternativas, periodismo y novela. Terrenos en los que dejó un incontable número de escritos.
Su expresión plástica incluyó pintura, dibujo, grabado, objeto intervenido, ilustración, caricatura y escultura. Debido a la amplitud de su actividad expositiva, se pueden localizar en un principio trabajos abstractos, expresionistas y, finalmente, una línea alimentada desde las esencialidades del fenotipo popular, el que acompañó su propuesta a lo largo de sus últimas décadas de actividad.
“Aquí, en nuestro medio primigenio, andante, evolutivo, queremos estructurar una conciencia.”
Quiroa perteneció en los años 60 a dos organizaciones artísticas. La primera de ellas se llamó, en honor del malogrado pintor de principios de siglo Carlos Valenti, el Círculo Valenti. En ella militaron varios artistas activos desde los años cincuenta y los emergentes de la Generación del sesenta, a la que pertenecía Elmar Rojas, Enrique Anleu Díaz, Luis Díaz y el propio Quiroa, quienes terminan de condicionar la ruptura con las corrientes modernistas al expresarse desde los informalismos creativos.
Como en su momento la Generación del 40 marca las artes a través de sus propuestas en el Centro Cívico y otros edificios, el grupo al que perteneció Quiroa proporcionó alternativas a la posmodernidad que se manifestaron desde diferentes escenarios que incluyeron revistas, artículos de diferente profundidad y análisis, además de los cuadros que mostraron en las exposiciones en un momento muy señalado: los albores del conflicto armado.
Es en este ambiente que surge Vértebra y su galería de arte (Elmar Rojas, Roberto Cabrera y Marco Augusto Quiroa) como un espacio alternativo y de fuerte contenido de denuncia. A finales de la organización se unirían otros expositores -Enrique Anleu Díaz, Ramón Ávila y Luis Ortiz (algunos listan también a Gilberto Hernández). Su manifiesto, confrontativo con la obra de otros autores, fue firmado por sus tres fundadores en marzo de 1970. Habría que incluir muy cercano a Vértebra al fotógrafo Ricardo Mata.
Quiroa es un protagonista imprescindible para las artes visuales del país. Su trabajo, bien estructurado, aporta un material iconográfico valioso que articula parte del pensamiento de su tiempo. La coherencia, aunada a una lucidez que le acompañó a lo largo de la vida, fortalece sus significados y significantes. Su solidaridad con la población de a pie, con los chapines del interior, propone el reflejo de una conciencia clara y definida.