lunes , 25 noviembre 2024
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TERRORISTAS EN LOS MUSEOS

Guillermo Monsanto 

[email protected]

Foto: Cortesía Guillermo Monsanto

Es inconcebible atentar contra el patrimonio de la humanidad enarbolando la bandera ambientalista. Obras de Da Vinci, Vermeer, Van Gogh y Monet fueron vulneradas recientemente por enajenados activistas cuyo equivocado mensaje crea una distancia entre sus ideales y las personas que apreciamos la cultura artística. Es tan grande el rechazo que, fuera de su círculo de odio, nadie le pone atención a su panfletario mensaje debido a la preocupación que provocan los atentados que han perpetrado.

Si se piensa detenidamente, ¿tiene lógica que estos menguados intelectuales irrumpan en un santuario de la educación para exponer un guion político manipulado por las organizaciones que operan desde una velada clandestinidad? Cualquiera que tenga sentido común (y cuatro dedos de frente) puede darse cuenta de que el cambio climático está entre nosotros.  Percibir que el ser humano es quien está provocando estas alteraciones va de la mano.  

Mel Carrington, de Just Stop Oil, dijo al The New York Times que “lo que recibe más prensa es arrojar un poco de sopa de tomate sobre un trozo de vidrio que cubre una obra maestra”. También dijo que estos hechos no eran “un evento de un día”. Que era “un acto de resistencia contra un gobierno y su proyecto de muerte genocida”. Agregó, además, que sus partidarios regresarían “hoy, mañana y pasado mañana, y todos los días” hasta quedar satisfecha su demanda: “No hay petróleo ni gas nuevos en el Reino Unido”.  Si esta no es una amenaza terrorista ¿qué lo es?

No saben cómo dialogar porque sus fundamentos constitutivos van en contra de la razón. 

Los chapines fuimos testigos de los actos de destrucción protagonizados por un grupo manipulado por otra organización internacional.  Los eventos ocurridos el 12 de octubre de 2021 fueron un claro ejemplo de cómo funciona la lógica de estas organizaciones. No saben cómo dialogar porque sus fundamentos constitutivos van en contra de la razón. Utilizan a las personas que, la mayoría de las veces, acuden a cambio de las miserables prebendas con que los atraen. Me pregunto, ¿no es esto lo mismo que entregar espejitos y baratijas? 

Estos alucinados afirman que las pinturas no han sufrido daños. Los conservadores, comisarios y restauradores de diferentes museos no están del todo convencidos de que los cristales puedan mantener fuera de peligro los trabajos siniestrados. El solo hecho de sacar los óleos de su entorno de bioseguridad para separar la cabeza de un terrorista del vidrio, aunque se tomen las precauciones del caso, provocan reacciones en la pieza y los marcos.

Estoy convencido de que estos delincuentes no se dan cuenta de que sus actuaciones funcionan al revés. Habría que investigar el grado académico que poseen y, de paso, si consumen algún tipo de estupefaciente.  Solo la ignorancia y las drogas podrían excusar, al menos mínimamente, la conducta disociadora de estos estúpidos pasados de moda. No conozco ninguna causa que pueda usar como estandarte el odio a la cultura. 

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Si se piensa detenidamente, ¿tiene lógica que estos menguados intelectuales irrumpan en un santuario de la educación para exponer un guion político manipulado por las organizaciones que operan desde una velada clandestinidad? Cualquiera que tenga sentido común (y cuatro dedos de frente) puede darse cuenta de que el cambio climático está entre nosotros.  Percibir que el ser humano es quien está provocando estas alteraciones va de la mano.  

Mel Carrington, de Just Stop Oil, dijo al The New York Times que “lo que recibe más prensa es arrojar un poco de sopa de tomate sobre un trozo de vidrio que cubre una obra maestra”. También dijo que estos hechos no eran “un evento de un día”. Que era “un acto de resistencia contra un gobierno y su proyecto de muerte genocida”. Agregó, además, que sus partidarios regresarían “hoy, mañana y pasado mañana, y todos los días” hasta quedar satisfecha su demanda: “No hay petróleo ni gas nuevos en el Reino Unido”.  Si esta no es una amenaza terrorista ¿qué lo es?

No saben cómo dialogar porque sus fundamentos constitutivos van en contra de la razón. 

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Estos alucinados afirman que las pinturas no han sufrido daños. Los conservadores, comisarios y restauradores de diferentes museos no están del todo convencidos de que los cristales puedan mantener fuera de peligro los trabajos siniestrados. El solo hecho de sacar los óleos de su entorno de bioseguridad para separar la cabeza de un terrorista del vidrio, aunque se tomen las precauciones del caso, provocan reacciones en la pieza y los marcos.

Estoy convencido de que estos delincuentes no se dan cuenta de que sus actuaciones funcionan al revés. Habría que investigar el grado académico que poseen y, de paso, si consumen algún tipo de estupefaciente.  Solo la ignorancia y las drogas podrían excusar, al menos mínimamente, la conducta disociadora de estos estúpidos pasados de moda. No conozco ninguna causa que pueda usar como estandarte el odio a la cultura. 

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