domingo , 24 noviembre 2024
Inicio Hace setenta años Jacobo Árbenz abandonó el poder

Hace setenta años Jacobo Árbenz abandonó el poder

Fotos: Páginas de Facebook Pueblo conoce tu historia y Jacobo Árbenz

“Como mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos podido desvanecer que no lo es, aun cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes norteamericanos es una patraña, y como en esos círculos harán más despiadada la agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación: (…) abandonar el poder”.

Ese es un fragmento del discurso que pronunció por la radio TGW, con voz cansada y deprimida, el segundo presidente de la Revolución de 1944, Jacobo Árbenz Guzmán. Eran las 21:00 del domingo 27 de junio de 1954.

Con su determinación, se concretó el primer golpe de Estado en Latinoamérica perpetrado por el Gobierno de Estados Unidos, con el patrocinio de la United Fruit Company (UFCO), y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) mediante la operación PBSuccess, autorizada por el presidente Dwight Eisenhower.

Árbenz se sintió traicionado por algunos de sus colegas militares y se vio sin apoyo internacional, lo que causó su dimisión. La agresión estadounidense perpetrada por sus aliados locales incluyó ataques aéreos a centros neurálgicos del país desde suelo hondureño, dirigidos por el coronel Carlos Castillo Armas. “Por los bombardeos nos metíamos debajo de la cama, mientras mi padre fumaba en exceso y se paseaba de un lado a otro preocupado”, relató Jacobo Árbenz Vilanova en una entrevista concedida a un medio internacional.

Al día siguiente de la renuncia, mientras se encontraba en la capital de El Salvador, donde era embajador de Guatemala, el literato Miguel Ángel Asturias escribió un artículo que permaneció inédito durante 17 años. “Así, cristalizado en lágrimas y esperanzas, quedó el sueño de una Guatemala mejor en el ojo garzo de Jacobo Árbenz. Si hubiera botado cobardemente sus parpados entre la realidad y sus sueños, se habría perdido o habría perdido a su país, se había cegado y habría negado el mañana todo lo que está por realizarse”, redactó entre amargura y una débil esperanza.

Asunto agrario que molestó a sectores poderosos

Árbenz propuso una reforma agraria que se consideraba una amenaza para los intereses de la UFCO, que presionó por su expulsión. Jorge Solares en su libro Jacobo Árbenz: soldado del pueblo, coronel de la primavera, cita: “Entre enero de 1953 y junio de 1954 resultaron beneficiadas ciento treinta y ocho mil familias, equivalentes a un treinta o cuarenta por ciento de los trabajadores sin tierra que lograban por fin acceso a una base económica propicia para adquirir bienes y servicios y robustecer el mercado interno. Tal medida sin precedentes en Guatemala atrajo, por supuesto, inflamadas protestas de los terratenientes de siempre, aunque algunas de estas no fueron del todo infundadas por causa de errores o por abusos particulares, efectuados sin conocimiento del Gobierno”.

Despojo, humillación y traslados

El exmandatario y su familia se refugiaron durante casi tres meses en una sección del segundo piso de la Embajada de México en Guatemala. En una habitación contigua había personas allegadas a él, como su canciller Guillermo Toriello, Alfonso Bauer Paiz, Augusto Charnaud McDonald, Eduardo Weymann y Carlos González Orellana. En el resto del edificio se encontraban casi 300 personas, incluso ilustrados republicanos españoles que estaban en el país para compartir sus conocimientos.

El martes 7 de septiembre de 1954, después de que el gobierno de Castillo Armas otorgó un salvoconducto, la antigua familia presidencial se dispuso a viajar a México. En el aeropuerto, Árbenz fue despojado de su vestimenta y dejado en ropa interior y se le tomaron fotografías; una de ellas circuló por todo el mundo. Aparentemente, fue para constatar que no se llevaba “bienes del pueblo”, pero en realidad era para humillarlo. Lo mismo ocurrió con su esposa y su hija Leonora, a quienes no las
fotografiaron.

Cuarenta años después, el 15 de septiembre de 1994, un diario matutino local abrió sus páginas a María Vilanova de Árbenz, quien publicó su testimonio sobre Jacobo, ella misma y su familia: “Los sufrimientos de su exilio no tienen comparación y seguramente esto aceleró su muerte. México nos concedió asilo temporal, pero mientras se formalizaba, fuimos recibidos en la Embajada de México en Guatemala, en cuyo recinto estaban aproximadamente 300 personas, especialmente republicanos españoles”.

Con los años vivieron en Francia, Uruguay, Suiza, Cuba, la ex Unión Soviética, Checoslovaquia (hoy República Checa) y México. Una amiga cercana al matrimonio Árbenz Vilanova, mientras vivieron en Uruguay, recuerda cómo en Jacobo la invasión y su renuncia estaban “detenidas en su cabeza” y él, una y otra vez, “permanecía recordando y recriminándose”.

Su hijo lamentó la invasión, la represión que tuvieron por parte de la CIA que repercutió en su familia. “Mi padre en sus últimos días murió amargado, se sintió decepcionado, frustrado de ver que todo lo bueno que había tratado por Guatemala no fue entendido, fue malinterpretado”, resumió.

Siete décadas después de su renuncia, se mantiene vivo el recuerdo de quien sucedió a Juan José Arévalo en la Presidencia de la República, incluso melifluo, como escribió el Premio Nobel de Literatura 1967: “Un hombre, un conductor, un carácter, uno de los nuevos héroes de la América Nuestra, Jacobo Árbenz”.

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Ese es un fragmento del discurso que pronunció por la radio TGW, con voz cansada y deprimida, el segundo presidente de la Revolución de 1944, Jacobo Árbenz Guzmán. Eran las 21:00 del domingo 27 de junio de 1954.

Con su determinación, se concretó el primer golpe de Estado en Latinoamérica perpetrado por el Gobierno de Estados Unidos, con el patrocinio de la United Fruit Company (UFCO), y ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) mediante la operación PBSuccess, autorizada por el presidente Dwight Eisenhower.

Árbenz se sintió traicionado por algunos de sus colegas militares y se vio sin apoyo internacional, lo que causó su dimisión. La agresión estadounidense perpetrada por sus aliados locales incluyó ataques aéreos a centros neurálgicos del país desde suelo hondureño, dirigidos por el coronel Carlos Castillo Armas. “Por los bombardeos nos metíamos debajo de la cama, mientras mi padre fumaba en exceso y se paseaba de un lado a otro preocupado”, relató Jacobo Árbenz Vilanova en una entrevista concedida a un medio internacional.

Al día siguiente de la renuncia, mientras se encontraba en la capital de El Salvador, donde era embajador de Guatemala, el literato Miguel Ángel Asturias escribió un artículo que permaneció inédito durante 17 años. “Así, cristalizado en lágrimas y esperanzas, quedó el sueño de una Guatemala mejor en el ojo garzo de Jacobo Árbenz. Si hubiera botado cobardemente sus parpados entre la realidad y sus sueños, se habría perdido o habría perdido a su país, se había cegado y habría negado el mañana todo lo que está por realizarse”, redactó entre amargura y una débil esperanza.

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El martes 7 de septiembre de 1954, después de que el gobierno de Castillo Armas otorgó un salvoconducto, la antigua familia presidencial se dispuso a viajar a México. En el aeropuerto, Árbenz fue despojado de su vestimenta y dejado en ropa interior y se le tomaron fotografías; una de ellas circuló por todo el mundo. Aparentemente, fue para constatar que no se llevaba “bienes del pueblo”, pero en realidad era para humillarlo. Lo mismo ocurrió con su esposa y su hija Leonora, a quienes no las
fotografiaron.

Cuarenta años después, el 15 de septiembre de 1994, un diario matutino local abrió sus páginas a María Vilanova de Árbenz, quien publicó su testimonio sobre Jacobo, ella misma y su familia: “Los sufrimientos de su exilio no tienen comparación y seguramente esto aceleró su muerte. México nos concedió asilo temporal, pero mientras se formalizaba, fuimos recibidos en la Embajada de México en Guatemala, en cuyo recinto estaban aproximadamente 300 personas, especialmente republicanos españoles”.

Con los años vivieron en Francia, Uruguay, Suiza, Cuba, la ex Unión Soviética, Checoslovaquia (hoy República Checa) y México. Una amiga cercana al matrimonio Árbenz Vilanova, mientras vivieron en Uruguay, recuerda cómo en Jacobo la invasión y su renuncia estaban “detenidas en su cabeza” y él, una y otra vez, “permanecía recordando y recriminándose”.

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