Carlos Rodolfo Molina Monzón, más conocido como Fito Molina, es un compositor y arreglista guatemalteco, que lleva la influencia musical en las venas, ya que su abuelo trabajó en la banda militar de Quetzaltenango y su papá fue director de la Marimba Orquesta Clave de Oro.
Desde 1989 reside con su familia en Estados Unidos, en donde se desempeña como ministro evangélico, pero no deja de lado su vocación por el ritmo, que combina con el trabajo social. Hace un mes, aproximadamente, visitó Guatemala para promocionar su más reciente canción, Mi plegaria, dedicada a los migrantes.
“Todo lo echamos en una maleta para irnos a otra nación y buscar el sostén para los seres queridos que se quedan. Y es que comprendo el dolor del connacional por la falta de oportunidades, comida, trabajo, etc.”, expresó el cantautor.
Molina ha experimentado en carne propia esa vivencia, ya que su hijo mayor fue deportado, con quien espera reunirse en un corto plazo. Por ello, él pasa de las canciones a la acción, porque apoya a sus paisanos en asesorías, trabajos y otros asuntos.
De la banda militar a melodías para los infantes
Se graduó de la Escuela Militar de Música Maestro Rafael Álvarez Ovalle, en donde se especializó en el clarinete y un poco de piano. Luego, aprendió a tocar más de 40 instrumentos.
No se considera cantante, su énfasis es más como autor y arreglista, pero con el tiempo se convenció de cantar y en la actualidad se dedica a los cantos cristianos infantiles. “Tengo unas 75 grabaciones para niños y todas se han publicado”, relató.
Hace dos años terminó su más reciente álbum llamado Benjamín. “Sin embargo, uno no tiene todo bajo control porque en enero sufrí un derrame cerebral y he tenido problemas con el habla y las
manos”, dijo. Agregó que ha mejorado poco a poco de su salud.
Trabaja en el que considera será su último gran proyecto de vida, traducir diez de sus melodías a los 22 idiomas mayas. “Ya traduje una en k’echi’, estoy viejito, pero lo que no muere es el entusiasmo”, mencionó entre risas.