domingo , 24 noviembre 2024
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TESOROS INVISIBLES

Guillermo Monsanto 

[email protected]

Foto: Cortesía Guillermo Monsanto

Hay objetos que pasan desapercibidos para el ojo poco entrenado. Cosas que algunos consideran basura y que otros aprecian como verdaderos tesoros. Y no se trata de oro, gemas preciosas o arte culto, aunque algunas veces aparecen en los lugares menos esperados.  

Son piezas que, descontextualizadas de su primer entorno, quedan atrapadas en un limbo que determina su incierto futuro. Por ejemplo, un puesto del mercado en donde venden baratijas apiladas de la mejor manera posible, pero sin orden ni concierto puede ser una buena opción para empezar. Entre chunches de peltre, vasijas de hojalata, cubiertos de metal, de pronto hay una salsera que sobresale sobre las demás porque nos está diciendo algo: “no pertenezco a este lugar”.

Es en situaciones como la descrita que la intuición juega su papel más importante. Si bien es cierto que algunas veces nos podemos equivocar, tarde o temprano se van encontrando tesoros que se ya se pueden percibir como el inicio de una incipiente colección. Y conforme esta crece, el ente del deseo toma de nuevo su valor.

Si el coleccionista tiene la oportunidad de viajar, también son importantes los mercados de pulgas.

En Guatemala hay especialistas en desmontar casas. No hablo de los ladrones, por supuesto, sino de profesionales cuya misión es vender a destajo el patrimonio acumulado por una persona a lo largo de su vida. Esta es la segunda manera de hallar costosos manteles hasta otros elementos que van desde baterías completas de cocina, fina porcelana y ¿por qué no?, cristalería de todo tipo a bajo costo. Sillas, armarios, cabeceras, alfombras son parte del premio.

Las desamortizaciones de hogares que se han quedado sin sus dueños encuentran un balance difícil de entender. Estas casas, que en su momento fueron el corazón de la familia, dejan de latir y con ellas, su universo pierde interés para sus herederos. Claro, algunas veces estos saben qué tienen entre manos y lo comercializan o reparten de manera equitativa. De este modo siguen en las familias por otra u otras generaciones. En una de estas ventas me encontré una escultura de pequeñas dimensiones que resultó ser en lapislázuli.   

La tercera manera ya requiere un poco más de inversión. Hablo de los anticuarios que, dependiendo de su locación, pueden ofrecer obras a otro nivel.  La 12 calle de la zona 1 y sus alrededores solían ser muy buenas alternativas. Muchas de las tiendas han desaparecido y varias de ellas ya no ofrecen, por lo general, algo de mayor valor. Lo rústico ha sustituido la elegancia victoriana: el peltre ocupa el lugar la porcelana alemana o la loza francesa.  Aún así, con ojo de águila, todavía se pueden localizar una que otra maravilla.  

Si el coleccionista tiene la oportunidad de viajar, también son importantes los mercados de pulgas.  Los Estados Unidos, por ejemplo, ofrece los fines de semana ventas de garaje siempre con precios muy asequibles. Lo que en USA puede conseguirse casi por nada, es un poco más caro en Europa.

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Son piezas que, descontextualizadas de su primer entorno, quedan atrapadas en un limbo que determina su incierto futuro. Por ejemplo, un puesto del mercado en donde venden baratijas apiladas de la mejor manera posible, pero sin orden ni concierto puede ser una buena opción para empezar. Entre chunches de peltre, vasijas de hojalata, cubiertos de metal, de pronto hay una salsera que sobresale sobre las demás porque nos está diciendo algo: “no pertenezco a este lugar”.

Es en situaciones como la descrita que la intuición juega su papel más importante. Si bien es cierto que algunas veces nos podemos equivocar, tarde o temprano se van encontrando tesoros que se ya se pueden percibir como el inicio de una incipiente colección. Y conforme esta crece, el ente del deseo toma de nuevo su valor.

Si el coleccionista tiene la oportunidad de viajar, también son importantes los mercados de pulgas.

En Guatemala hay especialistas en desmontar casas. No hablo de los ladrones, por supuesto, sino de profesionales cuya misión es vender a destajo el patrimonio acumulado por una persona a lo largo de su vida. Esta es la segunda manera de hallar costosos manteles hasta otros elementos que van desde baterías completas de cocina, fina porcelana y ¿por qué no?, cristalería de todo tipo a bajo costo. Sillas, armarios, cabeceras, alfombras son parte del premio.

Las desamortizaciones de hogares que se han quedado sin sus dueños encuentran un balance difícil de entender. Estas casas, que en su momento fueron el corazón de la familia, dejan de latir y con ellas, su universo pierde interés para sus herederos. Claro, algunas veces estos saben qué tienen entre manos y lo comercializan o reparten de manera equitativa. De este modo siguen en las familias por otra u otras generaciones. En una de estas ventas me encontré una escultura de pequeñas dimensiones que resultó ser en lapislázuli.   

La tercera manera ya requiere un poco más de inversión. Hablo de los anticuarios que, dependiendo de su locación, pueden ofrecer obras a otro nivel.  La 12 calle de la zona 1 y sus alrededores solían ser muy buenas alternativas. Muchas de las tiendas han desaparecido y varias de ellas ya no ofrecen, por lo general, algo de mayor valor. Lo rústico ha sustituido la elegancia victoriana: el peltre ocupa el lugar la porcelana alemana o la loza francesa.  Aún así, con ojo de águila, todavía se pueden localizar una que otra maravilla.  

Si el coleccionista tiene la oportunidad de viajar, también son importantes los mercados de pulgas.  Los Estados Unidos, por ejemplo, ofrece los fines de semana ventas de garaje siempre con precios muy asequibles. Lo que en USA puede conseguirse casi por nada, es un poco más caro en Europa.

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